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PEDRO 'l'RIGORO DE CALA'rAYUD los deseos del P. débense tPner en cuenta otras difi– cultades que él tuvo que vencer, algunas de las cuales indica en el prólogo de la obra: « este libro está lleno de defectos, bien digno soy de ¡rnrdón: primero, porque escribí estos Comen- para mover a otros a escribir; Sf!gundo, porque creo que es ya suficiente mérito ser el primero en exponer su doc– trina [la df,J Doctor Seráfico]; tewero, porque a causa de la estrecha observancia de nuestra Regla no pude tener aquella abundancia de libros que otros tienen, ni contar con aquellas comodidades cfo la vida que, naturalmente, son necesarias para llevar al cabo trabajos de esta índolP; y cuarto, finalmente, porque no me fué posible eximirme de las continuas predica– ciones que hube de hacer al pueblo ~ (l ). Pero nadie vaya a creer después de cuanto hasta aquí lle– vamos dicho que el P. ':Prigoso, por no habf'l'S(➔ asimilado la doctrina del Seráfico l\:faestro, haya perdido, o mPjor, no haya conseguido ar1uella repntacióu teol6gico-htH'naventuriana, a que diversas veces hemo;; aludido en 0I curso de este estudio, porque aun como buonaventnrista tiene bien mereci<los los elogios de la posteridad. Y al consiflerar sus méritos como buenaventurista no con– viene olvidar el que <,¡ mismo juzgaba suficiente para aparecer en público eon sus escritos, esto es, el haber sido el primero en dar la iniciativa a aquel género de comentarios acercar de S. Bnern1ventura, que luego formaron lo que pudiera llamarse escuela teológico-btwnaventuriana del siglo XVII. Su Suma teológica es corno el fundamento y la base del edificio teológico de la literatura huenaventurista, el faro que iluminó los primeros pasos de los continuadores de la obra por él comenzada. Si se considera además el influjo qne con sus trabajos ejerció en la Orden (del cual hablaremos más por extt>nso en la tercera parte), sn verá muy claramentP que no sólo le pertenece el honor de haber sido el primero, sino de haber dado la verdadera orien– tación a los escritores Capuchinos que más tarde enriquecieron con sus apreciables obras la historia de la teología, y de haber mostrado al mundo qne la Orden Capuchina no sólo merecfa pa,rabieiws de la Rociedad por su vida contemplativa )' por su apoRtolado evangélico, mas también por sus valores cientificos, y aun más por el modo maravilloso con que supo hermanar la ciencia con la piedad, de lo cual es prueba palmaria y evidente la Suma teológica de Trig·oso, renovando aun en este punto el A.d lectorem.

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