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382 P. MELCHOR DE POBLADURA escritos como nn gran teólogo, más prnfnndo y metafísico, si se quiere, que S. '1 1 omás, pern no mál'i metódico y ordenado a la elavoración de un sistema teol6gfoo. SohtmPnte Pn el Bre– viloquium nos dej6 algo al'iÍ como una sfoü1sis de la teología universal; pero ¿ quién la ha comparado nunca con la Suma de S. 1\>más!... Por otra parte, es lo cierto q1w antP esta inc6µ;nita dt~ la obscuridad de los escritos de S. B11P1rnvpntura en orden a disponerlos seg{rn lo exigPn la necPsida<fos de un curso normal de teología escolástica, tropezaron todos sus conwntadores del siglo de oro de la escuela hue>naventurü,ta, dPsde 31J P. P<•<lro 'l'rigoso hasta el P. Bartolomé de Castelvetro, el cual dm;¡més dP haber pasado 50 años en Pl <'stndio serio y coriciPnzndo de las obras del Doctor Seráfico y aprovechádosP de lo,; trnbajos d<~ sus predecesores, confo:-iaba paladiname11tP que el no lmbPrse llevado a pfecto Jo qiw ta11 ardiPutpnw1ite rlesPalmn todos los admiradores del Santo y tanto habían inculca(lo los capítulo,; generales de la OrdPn, Cl'i <focir, componer uu Cnrso teol6gico según la mente de S. Bnenaventura, cm ob ditficultates maxi11ws occnrrentes in evolvendis scriptis seraphici doctoris ( 1). Ni Psto im– pide nada para que pueda sm· Jhunado Pl Seráfico Docto1· por la sublimidad de sus ideati « el Platón de los escolásticos 3. - Ineficacia del método. - Como hemos insinuando ya, y Juego veremos mái:, detenidamPnt<>, el P. Trigoso sP propuso seguir dentro del campo buerrnvPnturiauo una vía media, de modo que le permitiera ser 1 li,;cíp11lo d<~ S. Buenaventura sin apartarse nunca de S Tomás y ni aun, a ser posible, de B,;coto. Se comprende bien que con este método no podía lh~gar a ser un clásico buenaventurista, y .,;í tal vez un falsiticador, o por lo menos no muy buen apri}chulor de la doctrina buenaventul'Íana. Porque todo fiel bnenaventnrista, como cualquier otro fiel segui– dor de una determinada escuela, debe ante todo presentar las doctrinas caractPrísticas del Seráfico y hacer resaltar en qué con– sisten su originalidad y modo peculiar de concebir y desarrollar los problemas fundamentales, y no tener por principio hacerlo coincidir con las opiniones o sentencias de otro pensador, l'iiqniern ,;ea más célebre y original que él. No discutimos ahora la opor– tunidad o inoportunidad de semejante modo de proceder, sólo decimos que ciertamente no es éste el medio mejor a que uno debe acudir para identificarsP con el pensamiento de 1111 autor. Además de edas tres causas que hemos brevemente Pxa– minado, qne sirvieron de obstáculo a la realización perfecta de Cursus theol., Ad lectorem.

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