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º (37) l'JL P. PEDRO 'l'RIGOSO DI~ C~U,ATA YUD 381 2. - Dificultad de la empresa. - Basta reflexionar un poco para convericerse de que el P. Trigoso debió tropezar con di– ficultades casi insuperables. Cuando comenzó a escribir su obra, la doctrina del SPráfico Doctor no solo « estaba casi comple– tamente olvidada e ignorada » (1), sino lo que peor es, era tachada de extraña y hasta de errónea (2). El uso de sus obras era mny difícil, no conociéndose ninguna edición auténtica de las mismas, de lo <mal amargamente se quejaba el mismo Tri– goso: Omnia e;:cemplaria quae ego vidi, simt mendosa, quod fre– qitenter invenio in isto Sancto Doctm·e. Et valde doleo, quod tantus Doctor tot scateat mendis, quod nescio quibus sit imputandum (3). Muchos se negaban a estudiar a S. Buenaventura por ser su doctrina difícil y obscura)>. El P. Trigoso no niega esta difi– cultad y obscuridad de la doctrina lmenaventuriana, sino quP reconociéndola, toma de ello ocasión para encarecer la mayor necesidad que tiene de ser estudiada, e increpa a los teólogos de la Orden Seráfica, diciéndoles que si a pesar de ser la doc– trina del Angélico más clara, nunca le faltaron a éste eruditos comentarios ¿ cuánto más puesto en razón estaba que ellos en– riquecieran con los snyos la del Seráfico, puesto que era obscura o por lo menos no tan clara como la del Angélico? Nosotros no aprobamos el parecer del traductor italiano de la obra del P. Próspero de lYiartigné (4), <~l cual sostiene que aqni el P. Trigoso o exagera mucho o se engaña miserable– mente al decir que la doctrina de S. 'J1omás es más fácil y más accesible a la mente que la de S. Buenaventura. Si se tratase de una sola tesis, de una n otra opinión, de uno u otro pen– samiento o frase aislada, y aun de toda la doctrina separada– mente considerada, no tendríamos tanta dificultad en admitirlo. Pero tratándose de formar un cuerpo sistemático de doctrina, un curso teológico o filosófico adaptado a la necesidades del método de la escuela, como de hecho trataba de hacerlo Tri– goso para satisfacer con él uno de los anhelos o aspiraciones de la Orden Capuchina, muy en lo cierto nos parece estar cuando afirma que S. Tomás maio1·e claritate pollet. No es lo mismo ser un gran teólogo que ser un gran maestro de escuela. De S. Buenaventura podemos decir que dado su genio espe– cial, su método y lo agitado de su vida, se nos revela en sus Cf. Dedicatoria. Cf. Ad lectorem. Q. 1, a. 2, exp. text., not. 6. Lumi DA P1EDELAMA, O.F.M., La scolastica e le tradizioni francescane, p. 285, nota, Foligno, 1890.

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