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826 LA DIVINA PASTORA Y BL BTO. DIBGO J. DB C, afanes, obtuvo la dicha primera fiesta del mundo. ¿Cómo era posible que los capuchinos extranjeros conociesen lo que hacían los españo:les sobre este particular y mucho menos que la advocación de la Divina Pastora era un don del cielo dado a su Orden para difundirlo y ser la bandera de sus misioneros? Dos causas debieron influir para sostener tal desconocimiento: 1.ª Que el padre Isidoro obtenía de la Santa Sede los privilegios de su insti– tución para las iglesias de los obispos, y los respectivos expedientes iban al archivo diocesano y no al de nuestra curia generalicia, como también el del beato Diego fué tramitado por el definidor español y no por el procura– dor genera l de la Orden, debido a que los reyes de España no consentían que los extranjeros intervinieran oficialmente en los asuntos de los españo– les. Vino luego el régimen de la bula Inter graviores con el comisariato apostólico, que acentuó más el apartamiento de los capuchinos de aquí con los del resto del mundo. 2.ª Los libros que podían ser el vehículo de la his– toria de la devoción eran rarísimos y el más reciente, el Triduo del padre Potríes, tan propagado, no exponía la devoción como propia de los ca– puchinos, ni insinuaba las gloriosas gestiones del beato Diego. Al firi es– ta lamentable laguna va a zanjarse mediante la unión de los capuchinos españoles con su legítima cabeza. Al restaurarse la Orden en España, después de la exclaustración, la gobernaba el comisario apostólico, padreJosé de Llerena (1806-1886) (1), y pronto se entabló entre sUs súbditos la cuestión de la unidad. La mayo– ría de los religiosos con Roma se inclinaba a la supresión del comisaria– to; otros, en cambio, querían conservarlo, entre ellos el padre Llerena, porque nació con dicho régimen y conocía experimentalmente las causas que motivaron la bula, sin darse cuenta de que las circunstancias hab'.an cambiado. SLi actitud le costó el cargo, pues los superiores informaron,a León XIII de lo que ocurría .y, como el Papa abundaba en la idea de la uni– ficación, nombró de comisario al citado padre Joaquín de Llevaneras (9 de marzo de 1881), creyéndole dispuesto para el fin indicado (2). El y su hermano van a realizar la gloriosa gesta de la unión: el primero en cali– dad de comisario y el segundo por ser ya en Roma el conductor indiscuti– ble de los asuntos pertenecientes a los capuchinos de España. · Todo un trienio gastaron en limar las gravísimas dificultades que se oponían por parte de algunos religiosos y del gobierno español; pero, al fin, pudo el comisario presentar a los pies del Papa un escrito, fechado en 29 de marzo de 11)84, pidiéndole la supresión del comisariato y la vuel– ta de los capuchinos espaf:oles a su auténtico régimen de obediencia (3). 1. Cuando nuestro padre general presentó a la S. S. al padre Llerena para el comisariato, hizo de él este elogio: •Hace muchos años que . se encuemra aqu! en Roma como viceco– misario y pcistulador de la causa del V. S. de D. P. Diego de Cádiz, y viviendo en comunidad ha podido conservar el espíritu religioso; por otra parte es piadoso, celante, se interesa mucho por el bien de la Orden, es bastante docto, en· una palabra, está adornado de todas las-cuali– dades y adllmás está al corriente de las necesidades de los religiosos de aquella nación•. Arch. gnl. de los caps. - 2. Por ser adalides de la unión, el primer canddato era el P Este– ban, pero murió; el segundo, el P. Bernabé de Astorga, al que se antepuso el P. Joaquín. Pro– cede éste del n ·viciado de Guate:nala, fué provincial de la primera provincia de la restaura– ción en España y miembro de la Comisión cardenalicia de PROPAGANDA !ide. - 3. ANALECTA O . M. Cap., t. I, pp. 112 y s. ,
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