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824 LA DIVINA PASTORA _Y EL BTO. DIEGO J. DE C. pis, Y, el Boletín, La Inmaculada, fundado para el Congreso mundial ma– rian·o ;de Roma, que fué órJano oficioso de las Bodas de oro de la defini– ción dogmática de la Purísima Concepción de la Virgén en los países de lengua castellana. Aquí deberíamos hacer punto final , pero no podemo~ preterir, siqu'era denunciándola, aquella parte activísima que tomó el celosísimo purpurado en las sesiones preparatorias de dicho Congreso para ordenar los femes , organizar comisiones y trabajos y, sobre todo , en el magnífico discurso, que por encargo de Pío X pronunció en la sesión de clausura ante un auditorio que , si era gravísimo por la presencia de tantos personajes je– rárquicos, fué más exigente por la variedqd de lenguas, gustos y costum– bres. Pero el cardenal mariano no podía fallar, y en aquel momento cum– bre supo situarse en un clima de alfa tensión, caldeado_con las 11,c'¡ mas de su amor a María. Cual otro san Ambrosio, entona en lengua latina, un himno de honor y gracias a la Beatísima Trinidad , porque designó a la Virgen María para que fuese su templo y sagrario: a Dios Padre, porque lá escogió por H ija, concebida sin pecado; a Dios Hijo , ror– que la predestinó toda limpia, para su Madre V irgen; a Dios Espíritu Santo, porque, adornándola con sus celestiales carismas, la escc gió para su Esposa inmaculada . Cual otro Moisés, exclamó: «Cantemus Do– minae nostrae, cantemos a nuestra Reina y Madre, porque nos ha hecho los voceros de su gloria en este coñciert o mariano; a la Madre Purísima del Sacerdote Eterno y del Papa , su Vicario en la tierra; Madre y ejemplar de fortaleza de los cardenales, consuelo y solicitud de los obispos, gloria y maestra de los sacerdotes y de los clérigos , y modelo perfectísimo de todos los religiosos, refugio de los cristianos, honorificencia de nuestro pueblo, firmamento de todos los que creen... Sentiant omnes tuum juvamen, que todos sientan tu ayuda , oh Inmaculada, que todos los que se han reunido en este Congreso medren en fe , esperanza y caridad, con , todas sus fuerzas , de corazón, con la palabra y la obra » (1). Corta en dimensiones fué la oración, pero inconmensurable en pro– fundidad de conceptos. A pesar de su aticismo, propio del cardenal, y de que el discurso es hoy letra muerta , se sienten en su lectura la vida y pal– pitaciones de aquel corazón marianísimo y el fuego ardiente de su devo– ción a la Virgen, acumulado en él y dispuesto a expansionarse como un volcán en ebullición . Encuadra por su magnificencia con los célebres himnos bíblicos del Viejo Testamento , pulula la fragancia eucarística del Magnifica! y del Te-Deum y es un trasunto de la severa lileratura y ora– toria del sabio capuchino español. 1, lb,, pp, 509-512, donde se halla el discurso,
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