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EL P. JOSÉ C . DE LLEVANERAS día, las cuales se quemaban al fin en un pebetero ante la imagen, como holocausto a la Madre de Dios. El cardenal, sonriente, depositaba sobre el fuego el primer puñado de papeletas (1). Habiendo enfermos, no se re– tiraba ninguna noche sin visitarlos. Primero, los consolaba y, después, con el solideo en mano rezaba un Ave María, añadiendo: Per Virginem Matrem condedat tibi Dominas salatem et pacem. Inmaca/ata Virginis Conceptio sil nobis salas et protectio (2). En las fiestas de la Virgen les distribuía largamente · sus libros y hojitas de devoción mariana, y no se limitaba a esto la bondad del purpurado, sino que también los favorecía en otro orden de cosas. En cierta ocasión, por falta de ,:ecursos para librarse del servicio militar, debía un alumno salir del colegio. El cardenal depositó en un sobre la cuota y escribió: Bono illi alumno dioecesis his– palensis al sil anias Christi miles et devotionis marianae praeco arden– tissimus (3). Así pudiéramos continuar muchas páginas. Pero nos apre– mia el considerar al padre Llevaneras, como bibliógrafo mariano, una de las fases que más abrillantan los cinco lustros de su vida pública. Gf,ande fué en sus intimidades mariano-domésticas; pero su· figura se a'giganla • cual la de un coloso cuando se le mira al través de s.us muchas y variadas publica~1011es. · El Con¡pendiam Theo/ogiae mora/is Beatae Mariae Virgini dicawm, es su primer libro, editado en 1881, cuando sólo contaba veintisiete cños de edad . .En el prólogo dice: «Bajo los auspicios de la Santísima Virgen María, dulcísima Maestra y Madre nuestra, he escrito este «Compendio d'e Teología Moral» con el fin de facililar a los párrocos y confesores la cuo– tidiana re<;ordación de los principios y reglas de la disciplina morah. En total se cuentan, omitidos folletos y hojas de propaganda, sesenta y ocho obras, que abarcan la teología dogmática, moral, mística y ascéti– ca, el derecho canónico, comentario y exposiciones de la Sagrada Escri– tura y santos padres, apologética cristiana y de la Orden seráfica, histo– riografía sacra, y muchos manuales · sobre devociones a Jesucristo, a la Virgen y algunos santos, cuya simple reseña no podemos hacer, limitán– donos a las de tema singularmente mariano; pero advirtiendo que en las demás nunca falta una llamita flameante, a modo de lámpara· votiva, con– sagrada c1 la Madr-e de Dios, que puede ser el Beafae Virgini Mariae dica– lum, unc1 plegaria u otro obsequio, como el del principio de la Teolo– gía mística, que la .c1clama con los sagrados escritores; «Luz del día ,mís– tico », «Guía en nuestras dudas », «Doctora de la .sabiduría de Dios, que la enseña con palabras y ejemplos», «Maestra de la contemplación :. ; o como lo hacía al final de los capítulos de algunas obras didácticas con lo que él llamó reqaies animae: tres toques de cla_rín, invitándon.os a alabarla: Piensa en María, Invoca a María, Alegra a María, instantáneas conside– raciones, oasis del alma que marianiz.aban el libro. Sin detenernos en lar– .gos comentarios vamos a reseñar el catálogo de sus obras, netamente marianas. Fué la primera el Maria/e Quotidianum (1885), o sea, brevísimas ala– banzas con que celebran los santos padres y doctores el nombre de la 1. Ib., p. 317-18. - 2. Ib., p. 322. - 3. Ib., p. 321.
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