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820 LA DIVINA PII.STORA Y EL BTO. DIEGO J. DE C. cuando ~parecieron las convulsiones y la oscura noche de la prueba es– piritual: «¡Oh María, amad, alcbad, adorad, glorificad eternamente por mi a vuestro divino Hijo. Bende-::id por mí eternamente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. ¡María, María, María, cuánto temo! ¡María, estoy sin áni– mo, ayudadme! ¡María, est:>y sin auxilio, salvadme! ¡María , estoy en un abismo de males!- ¡María estoy abé)ndonado! ¡María, estoy sin amparo! ¡María, mi desolación es inmensa!». He aquí una sublime endecha en que llora su acerbo abati .mienfo. Pero después, después se eleva , como David, a la .reconciliación con Dios, ala– bándole con exultantes versos, por mediación siempre, de su Santísima Madre, a la que dice: ' «¡Oh María, deseo amaros y bendeciros siempre! ¡Oh María, deseo desear ser vuestro fiel devoto!» ... , y así continúa un largo .rosario , al que pone fin diciéndole: «Deseo todo lo que vos deseáis. Deseo. desear mejó- res deseos». · Tres días antes de expirar, al escribir su testamento, en el que decla– ra que muere pobre, lo comienza «En el nombre de Jesús, Maria y José y nuestro padre san Francisco»; lo prosigue, dici endo: «Me . pongo en las 1J1anos de la misericordia ce Jesús y de la bondad de María » y lo cierra e·xcla.m,rndo: «¡Oh María, ro me abandonéis. Decid a Jesús que me perdo– ne y me salve». Una gravísima operación quirúrgica hace que su martirio sea espiri– tual y cruento, y con él se abraza hasta la víspera de la Natividad de la Virgen , último día de su v¡ja, Poco antes de morir exclamó: «¡Qué dicha tan grande la mía poder c:2lebrar en el cielo la fiesta de la Santísima Vir– gen! ¡Qué gracia tan grande me ha concedido Dios nuestro Señor... : In te Domine speravi, non coofundarin aeternum». Y sellando para siempre sus labios, dijo_: Jesús, }oEé y María, os doy el corazón y el alma mía». Si en su vida íntima fui así y conservó siempre la presencia de María, igualmente era en su trato y conversaciones con toda clgse de personas. Consta que uno de los actos en que más disfrutaban los niños seráfi– cos era cuando su director, el padre Llevaneras, les hablaba de la Virgen en los recreos y les daba e besar la imagencita que llevaba siempre con– sigo . Uno de aquellos niñcs, después provincial de los capuchinos de Tolosa, pudo decir: «Que la devoción del padre Llevaneras a la Santísima Virgen le había hecho un t-ien inmenso durante toda su vida » (1). Otro tanto sucedía cor los seminaristas, cuando ya cardenal, moraba con ellos en el Colegio EsJañol. En sus charlas y pláticas siempre culmi– naba el fervor tocando la devoción mariana: «Hijitos míos-les decía-, amad.mucho al Sagrado Corazón de Jesús. Formemos en torno de El una escuela: .escuela de amor... La Santísima Virgen será nuestra Maestra. ¡Ah, quién amará a Jesús como la Virgen! Nuestro condiscípulo san Juan, el apóstol » (2). Al ingresar un nuevo seminarista en el Colegio, le entre– gaba el precioso libro de La Piísima, para que cuotidianamente lo rezase, El mes de mayo era el mes del cardenal. Indefectiblemente asistía a las .flores,. como el alumno ,rayor del Colegio y a_su i:ni_cia.tiya es·cribían los · colegiales las papeletas de los obsequios · ofrecidos a la Virgen en cada l. Ib., p. 88. - 2. Ib., p. 31:'.

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