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60 LA DIVINA PASTORA Y EL BTO . IJIEGO J. DE C . acrisola con la humillación: Dios se la mandaba para toda su vida. No consta que el venerable diese una queja ni que tuviese un desahogo; pero en cambio , sus panegiristas en las oraciones fúnebres , lo presentaron co– mo ejemplar de paciencia en las adversidades, modelo de pobreza y hu – mildad, de obediencia y mortificación, hasta lo heroico . Y 7. 0 Que no hay rastro de des'obediencia ni oposición por parte de los religfosos a los supe– riores ni antes ni después del decreto, que por su publicidad trascendió a la Cofradía entre la cual y los capuchinos se advierte, desde entonces , un abis– mo por la ausencia de éstos en aquella , incluso para la dirección espiri- tual. · La Cofradía con todo esto rec ibió un duro golpe. porque el retraimien– to del padre Isidoro trajo de secuela la baja de los ingresos y el peligro de suspender las- obras empezadas con tanta celeridad. Pero aquellos herma– nos tenían e11 sus corazones el fuego del amor y . piedad infundido por su santo fundad.or. y al escasear las limosnas , el generoso Rabasquiero ofre– ció hipotecar varias casas de su propiedad en Sevilla , para proseg·uir las obras y de 'hecho hipotecó una, sufici en te para techar la capi lla , que pudo abrirse al culto , aunque sin terminar , a los veinte meses de comenzada. ,Poco más de un mes había transcurrido , desde la publicación del decre– to , cuando en la mañana del 22 de diciembre de 1736 bendecía el señor obis– po la nueya iglesia con el título de Divina Pastora , y por la noche, en suntuo– sa procesión , era trasladada la imagen desde Capuchinos al templo que le había edificado su amante Cofradía , siguiéndose solemnes fiestas para ce– lebrar el fausto acontecimiento. Desde este día la iglesia tuvo su capellán propio, según mandato de la Regla, con obligación de decir la misa en to– das las mañanas , rezar la corona al toque del Ave María por las tardes, y en las npches presidir la procesión del Rosario en la forma ya indicada. En todos estos cultos se advierte la ausencia de los capuchinos y, más que nada, ·el vacío .del venerab le y de su predicación. Saltaría de gozo al con– templar,la imagen dP. su Pastora, celebrada en la procesión por las calles , y puesta ya en su trono y palacio. Pero su alma , como siempre, estaría presionada y- sangrante por las saetas del dolor (1). La iglesia resulta una rotonda como el Panteón de Roma , y en años posteriores se ornamentó la fachada , de estil o co lonial , con su hornacina en el frontis. donde hay una bella escultura de la Divina Pastora en mármol. También se hizo el retablo mayor, talla muy fina churrig·ueresca , so– bredorada . En la parte superior está el Eterno Padre, Pastor Supremo del universo; bajo él, en su nicho , el arcángel san Miguel, ma yoral de la Co– fradía; a su derecha, san Antonio , a quien se suele unir a la devoción pas– roreña, y a su. izquierda .san Diego de Alcalá , representando a san Pedro de Alcánt 9 rét , imágenes talladas y estofadas , de buen gusto. En el centro se destaca¡ la Divina Pastora en su camarín , cuyo medio punto está enmarca– do por un friso de querubines entre nubes , y sobre él sendos medallones con los arcángeles san Gabriel y san Rafael , en relieve , de gran valor ar– tístico. A sus lados se ven otros dos, uno con el busto del Bautista, y otro con el de san Zacarías, ambos con su cordero. En los costados del reta ,.. l. En la MEMORIA HISTÓRIA c. , nada se dice sobre la asistencia de los capuchinos a la procesión; pero, saliendo de su igl e, ia, débese suponer qu e acompañaron a la sagrada imagen hasta su capilla.
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