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810 LA DIVINA PASTORA Y BL BTO. DIBGÓ J. DB C. No satisfecho aún de estas apostólicas empresas, quiere entregarse más de lleno a la predicación misional y, para conseguirlo, renuncia la guardianía del convento d~ Sanlúcar. «Por amor de nuestro S eñor Jesucristo, de la Divi1.rn Pastora y de san Francisco nuestro padre-escribía al comisario apostólico-, le pido que me exima de la prelacía y :ne deje predicar misiones hasta que Dios nues– tro Señor quiera>. Le fué admitida la refluncia, pero muy pronto le sorprende otro cargo de más importancia: es nombrado comisario provincial de Andalucía. , Ningún cargo como este cuadra mejor al venerable. ¿Quién como el após– tol moderno de la Divina ;:>astora puede ostentar el mayorazgo de los za– gales en los rediles de la tierra, donde quiso Elia aparecerse, recibir rns primeros cultos y hacerla el centro de su devoción? ¡Y cómo le paga la Divina Pastora su celo y amor! Con objeto de pre– dicarle en la novena que se celebraba en Antequera _tuvo que embarcarse en Sanlúcar, y al pasar por el tablón que servía de puentr para el barco, perdió pie y se hundió en-re las aguas. La muerte era segura. por su edad , por el golpe y por el peso y dificultades del hábito. Mas he aquí que poco después aparece en la su;:,erficie. Un marinern , jugándose la vida, se ar ro– jó al mar. lo coge por el hábito y, nadando, nadandq lo trajo hasta la misma playa. Su co,npañero , que siguió la misma suerte, decía: - A las virtudes del padre Est, ban debo el milagro de haber salvado la vida-, y se pudiera añadir, que la Divina Pastora conservó la de éste para que continuase la misión de su apostolado (1). Varón incansable, in ,cia las gestiones para que los capuchinos pue– dan fundar en Sevilla . Su voz ha sido oída y verá sus anhelos cumplidos; pero antes visitará a Nav:irra, por haber sido nombrado vice- comisario apostólico, para inaugurer el convento de Pamplona. Hijo del deber, pront:> le vemos bajar de su patria y entregarse de lleno a la fundación de Lucena. Aquí se le agudiza la flebitis que padecía de tando andar y vióse obligado a guardar quietud hasta fines de abril de 1880 en que se trasladó a Sanlúcar, donde recibió carta del példre comisa– rio, suplicándole que pasase a Sevilla a predicar en mayo la novena de la Divina Pastora. El venerable seguía con su enfermedad: de su resulta le quedaron los pies y las rodillas hinchadas , debiendo usar vendas continuamente: la luz de sus ojos se oscurecía; aquel cuerpo de hierro se desplomaba y toda su figura era una sombra de lo que fué. ¿Cómo iba a predicar? Fué, sin em– bargo, y vió los principios de la fundación del convento, cantó sus últimas églogas, como el apóstol de Cádiz, a su amantísima Pastora, di ó los pos– treros silbos de apostolajo a la grey sevillana y, aunque algún fraile dijo , ya el padre Esteban no p:-edica con el vigor de antes , irrumpen a los con– fesonarios miles de fieles, muchos de ellos pidiendo hacer confesión ge– neral; y cuando se les preguntaba el por qué de sus pretension es, la con– testación era unánime: - El sermón del padre Esteban que nos ha llegado al alma-. Cuando termin_ó la 1ovena era casi un cadáver. Fué trasladado al convento de Antequera para procurar su mejoría ; pero él vió que se le . l . P. Escella, o. c.. pp. 415; s.

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