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808 LA DIVINA PASTORA Y EL BTO . DIEGO J. DE C. de España, bajo la protección de la celestial Patrona de las misiones ca– puchi;nas, de cuyos zagales era guardián el padre Esteban (1), Desde aquí, pasó a Sanlúcar de Barrameda, donqe las autoridades todas y los ciudadanos , a quienes se unió el cónsul de Inglaterra , le hi– ciero,n el más.ostentoso recibimiento, que tuvo en Andé;ilucía. Comenzó la misión como la de Antequera , poniéndola bajo los auspicios de la Divina Pastora, y para cons eguirlo, en la tarde del 17 de abril, trasladó procesio– nalmente, la hermosa imagen, que se venera en nuestra iglesia, a la parro– quia mayor sanluqueña, donde debía presidir los actos y, al ser entroni – zada en el prebisterío, predicó su primer sermón sobre el pastorado de la Virgen María. Su voz , llena_y sonora, no parecía la de un septuagenario, ·sino la de un joven robusto y en plena lozanía (2). ¿Cómo no había de ser · así, predicando de su amantísima Madre, que lo había traído a aquella ciudad, donde la Divina Pastora tuvo su redil predilecto de misioneros, donde se le rendían amorosos cultos y donde aún parecía vagar la vene– rable figura de fray Diego, entregando el estandarte de la celestial Zagala al capitán general , convirtiendo a la ciudad del Faro en una antesala del cielo? Si la expectación del pueblo era grande por oir al venerable , los efec– tos de la misión fueron tan sorprendentes , que al segundo día fué preciso instalar un púlpito portátil con objeto de que tanto los fieles que llenaban la iglesia, como los que se veían obligados a quedar en la calle, pudieran oir la palabra de fuego y amor de aquel gran apóstol, que Dios les envia- . ba como un don de su misericordia. Las comuniones fueron siete mil. La conmoción fué tan intensa, que el alcalde se presentó al padre Esteban, rogándole que diera seguidamente otra misión en la iglesia de Santo Do– mingo, la más capaz del barrio bajo, y le añadía: «De los ocho mil hom– bres que aproximadamente tiene Sanlúcar, cuatro mil, lo menos, son can– tonales y ahora que están conmovidos no conviene perder esta oca– sión» (3). No se hizo rogar, y en el día 29 organizó una procesión, con la vene– rada imagen de la Divina Pastora a dicho templo, vitoreada en todo el iti– D nerario y con tal bullicio y acumulación de personas , que hubo de adver– tir al auditorio, que aquella misión sólo se daba para los que no habían podido oír la de la parroquia mayor. Los efectos de la gracia divina fueron sorprendentes: hombres, que en veinte y treinta año,s no habían pisado una iglesia , se acercaban como corderitos a recibir el Pan de los ágeles y decían, vivÍamos engañados. ¿Pero , quiénes son estos hombres? - «Los mismos - dice el padre Es– Esteban-, que ordenaron el cierre de las iglesias de Sanlúcar duran– te los meses de disturbios y revoluciones, y encerraron en el Castillo las imágenes de los santos y de Jesucristo, ahora rogaban al misionero que la última función religiosa de la misión se celebrase en la plaza » (4). Y allá, a la espaciosa explanada de nuestro convento , subía la abigarrada muchedumbre acompañando a la Divina Pastora , que presenció aquel acto de los más memorables de Sanlúcar, donde trece mil almas oyeron extáticas la voz del nuevo apóstol, que las presentaba convertidas a la l. P. Ciáurríz, VrnA c... p. 374. - 2. Ib., p. 377. - 3. Cuaderno IV. - 4. Ib.
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