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CAPILLA 1)1::! LA DIVINA PASTOl?A IJE CÁDIZ 59 testimonio auténtico y firmado de los padres más sanos y ancianos de aquella comunidad» (1). Para enjuiciar históricamente este prolijo decreto, del cual hemos si– lenciado dos extremos - no referentes a la devoción de la Pastora,- aunque en ellos se nombra y lastima al padre Isidoro-, procuraremos que nuestro comentario sea lo más breve posible, dejando su estudio total para la vida del venerable. Creemos, pues , por nuestra parte: 1. 0 Que resulta exag·erada la forma solemne y severísima del documento , que calla los graves incon\:'enientes, que se originan o pueden originarse de la intervención recusada, siendo así que su manifestación hubiese justificado la categoría y tono mayor del decreto, obligado frente a la desobediencia y rebeldía; pero estas no se ven ni en lontananza. Por otros medios más suaves hubiese sido mejor conse– g·uir los fines apetecidos. 2. 0 Que al ser nombrado, varias veces, el padre Isidoro en sentido peyorativ.o, debieron seña larse sus faltas en el preám– bulo o en adjuntos testimonios , y si no, no nombrarlo, para no colgarle el sambenito de causis nobis notis, que da marg·en a que la imaginación su– pong·a lo que no hay. Si relacionamos el decreto con un caso de calumnia referido por Villegas, consistente en que ocultaba el venerable cierta canti – dad de miles de pesos, se vislmnbrará el grave peligTo inminente de su bue– na fama , del cual ciertamente , salió incólume, porque siendo varón obe– dientísimo y pobrísimo , la ola de la persecución hizo que brillaran más sus virtudes. 3. 0 Que sería dolorosísimo para el venerable verse privado de in– tervenir en la obra comenzada y hasta de predicar a su Divina Pastora, pa– ra lo que se designaba a otro. 4. 0 Que aunque los superiores obraran inspi– rados en justas razones, nos ' extraña que el provincia l de entonces, padre Miguel de Ardales , procediese en forma tan enérgica e inusitada, siendo un relig'ioso de tan excelentes cualidades que, pasando los capuchinos andalu– ces por momentos muy críticos, en los que hubo de intervenir nuestro reve– rendísimo padre g·eneral con varias disposiciones, sin embargo , el cro– nista anotó lo siguiente: «Aun con toda~ estas cosas no tuvo paz la provincia de Andalucía, hasta qwi cayeron las riendas de su gobierno en manos de los padres fray Miguel de Ardales y fray Francisco María de Arenzano, reli – giosos de mucha prudencia , atención y caridad, que son los medios por donde se concilía la paz» (2). Mucho debieron maniobrar los enemigos del padre Isidoro para arrancar el decreto de la ecuanimidad del padre Miguel, quien no dudó de su trascendencia ya que quiso compartir la responsabili – dad con sus definidores, que lo encabezan y lo suscriben, y además puso aquel párrafo laudatorio de la devoción de la Divina Pastora , para que na– die le tachara de antipastoreño . 5. 0 Que fué muy razonable la medida de reponer la Inmaculada en su estandarte, si bien hay que admitir que se quitó de él sin intervención del padre Isidoro, porque de haberla tenido, dados los síntomas del decreto. seguramente se hubiese expresado su nombre como autor o fautor. 6. 0 Que debemos ver en e!,ta tribulación la mano de Dios, que quiso probar la fidelidad de su siervo, haciéndole gustar las hieles de un calvario incruento. Era humilde, y la humildad se l. L, 2.º DE ACTAS CAPITULARES DE LA PROV CAPUCHCNA DE A N DALUCÍA, ff. 10 )' S. - 2, FR. ANGEL, o. c., t. I, f. 163.
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