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EL v. P. EStEBAN EN ESPAÑA 805 desde aquel momento los revolucionarios decían: Este sermón va a traer cola, y la tuvo sin medida. El padre Esteban fué · acusado ante el gobierno de haber esparcido desde el púlpito ideé;ls políticas, poniendo en entredicho fa autoridad del país. El gobierno, que estaba ocultamente unido a la revolución, no atre– viéndose a dar la cara por temor a las derechas, escribió al padre guar– dián una carta, pidiéndole que con cualquier motivo mandase al padre Es– teban fuera de la República. El superior, reconociendo la inocencia de su súbdito y la injusticia de la petición, contestó aclarándole el asunto y ne- gándose a poner en práctica lo que se le indicaba. · El gobierno cayó externamente, pero la tempestad seguía rugiendo con mar de fondo, c,ada día más fuerte y más agitado . La sentencia fatal estaba tomada. El día 7 de junio, fiesta del Divino Corazón, cerca de las nueve de la noche, sonaron fuertes golpes en la puerta del convento. -¿Quién llarna?-preguntó el venerable. -Que abran la puerta-contestó una voz, secamente. Franqueada la entrada , al momento irrumpió en ,Ia clausura un piquete armado, mientras su jefe, el coronel Irungaraz, intimaba a los religiosos, en nombre del gobierno, para que en el término de una hora • saliesen del convento con dirección al punto que les llevaría la tropa. Custodiados, como facinerosos, por un ingente número de soldados, salió la comunidad en aquella triste noche, recibiendo al principio las rrrn– yores injurias, pero después, ante su inocencia y mansedumbre, un trato más cortés y humano. La muerte por todo el camino se cernía sobre sus cabezas, porque la orden .del gobierno era terminante: Que a la menor contradicción de los religiosos o movimiento de las derechas, hiciesen fuego a unos y a otros . No por esto faltaron incidentes entre el pueblo que reprobaba el hecho y las tropas que disparaban para callarlo. Los capuchinos jóvenes iban pálidos de terror, temiendo por su suer– te; pero el venerable, que jamás decaía de ánimo, los alentaba, diciéhdo– doles: - !Valor y confianza! Hasta ahora la Santísima Virgen; celestial Pastora de nuestras almas, nos ha librado de todos los peligros (1). En- tre los jóvenes iba el futuro cardenal Vives. · El día 18 embarcaron con rumbo a San Francisco de California . Aquí hubieron de acogerse a los padres jesuítas, que les ofrecieron caritativo hospedaje a todos . Aquel puñado de apóstoles, que parecía errabundo y sin norte; cumplía la voluntad de Dios que, con altos fines, los guiaba ha– cia su patria para restaurar las Ordenes religiosas. Así fué; en marzo de 1873 ya estaban en Francia incorporándose al convento de Bayona, y en enero del año siguiente pasaban a Estella y Murieta, pisando el. suelo es– pañol, después . de treinta y cinco años de voluntario destierro para no despojarse de su hábito. La presencia del padre Esteban en España rememoraba en los pue– blos la gigantesca figura de fray Diego de Cádiz, cuya memoria pasó de padres a hijos y se refrescaba con los portentosos milagros que resol– vieron su beatificación. El pueblo, perdida la costumbre de ver al fraile, creía resucitado al apóstol de España en el venerable que, a su paso, des- 1, Guaderno III, p. 197
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