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804 LA DIVINA i::ASTORA Y EL BTO. DIEGO J. DE C. lica concessione celebran.' Dominica, quae a Pascha/ibus Oaudiis se– cunda occurrit, elevari va_leat ad ritum duplicis primae c!assis cum Oc– tava, eo quod Beatissima Virgo sub enuntiato titulo ab ipsis electa fue– rit in Patronam Suam et snarum Missionum. Santitas porro Sua, refe– rente etc. Secretario, alter.lis expositis, benigne annuere dif{nata est juxta preces, dummodo Rubricce serventur. Contrariis etc. Die 15 Septem– bris 1870 (1). En este rescripto y més en su petición se distingue el viejo patronato de la Divina Pastora del nuevo, establecido ahora sobre los capu– chinos residentes en Centro-América, el cual es superior en categoría li– túrgica al primero y por esto, en la concesión, se eleva el rito de su fiesta a primera clase con octava, como la de los patronos principales de los pueblos, ratificándose con ello por la Santa Sede la elección hecha por los capuchinos. Según n-1estro modesto juicio ; creemos que ambos pa– tronatos están vigentes, a pesar de la reforma de nuestro Kalendar.io, por– que son concesiones o privilegios particulares. Son dignas de observación la facilidad y rapidez, en dos meses jus– tos, con que fué alcanzada la concesión, en contraste con la de fray Diego, que le costó tres lustros de. afanes, expedientes y contradicciones, expli– cables porque era el fundcdor del culto litúrgico de la Divina Pastora y quien puso su piedra fundamental, desbrozando el camino a los demás cul– tivadores. Pero será siempre una gloria de los misioneros del comisariato y, singularmente, del padre Esteban el haber tallado este nuevo brillante para la diadema de su celestial Patrona. Es lógico que en el año siguiente se inaugurara la fiesta del patronato con extraordinarias solerr:nidades, pero no hemos podido hallar ni un rastro de su relación, acaso porque ·se omitieron, dadas las críticas cir– cunstancias que atravesa:Ja el país. En efecto, el padre Esteban cesó en su cargo a fines de 1871 y queda– ba libre para la predicación. Pero no fue así. La República entraba en un período convulsivo y la persecución religiosa se acentuaba con el destie– rro de los obispos e intin~idando al clero y a los fieles . . El venerable, no siendo llamado, permanecía en su convento y sólo predicaba en las iglesias de la Antigua. Como siempre sucede, la prensa es el fuego que caldea los ánimos contra la Iglesia y sus ministros. Por este tiempo aparecieron los diarios, El Malacote y El Crepúsculo, ambos de ideas subversivas, hostiles a los católicos y constituidos en líderes de la- persecución contra el clero, al que ofendían y calumniaban tergiversan do los hechos. Tan desvergonzada era la campaña de El Ma!acote, que el obispo, desde el exilio, se vió obligado a dar un edicto, condenán– dolo y prohibiendo su lectura bajo pecado mortal. El decreto debía leerse a los fieles en las iglesias; pero, ¿quién era el heroe que se enfrentaría ::ontra la revolución triunfante? No hubo clérigo que se sintiera con valor para leerlo. · Predicaba el veneratle la cuaresma en el 1872; tocó el sermón del Viernes Santo a la iglesi:1 de la Merced; leyó el documento episcopal; y, después, punto por punto fué leyendo y refutando, las frases heréticas, infamatorias y calumioscs de El Ma/acote. La impresión fué profunda, y 1. Arch. S. C. R., Vól., a. 1870, pp. 399 y s.

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