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800 LA DIVINA í'ASTORA Y EL BTO. DIEGO J. DE C. riares de cohetes por los aires y con repique de campanas, entró nuestra Divina Pastora el 17 de me.yo (1867), en la iglesia de Chalatenango a to– mar posesión de ella y de -odos sus habitantes como ov·ejas suyas ... La iglesia, aunqu~ de tres naves, se vió tan llena, que hubo de quedarse fuera una :gran parte del auditorio. El segundo día , por necesidad, se tuvo que preqicar en la plaza ... .«Como jamás habían oído sermones morales de misión , ocurrió que desde el primer sermón comenzaron a correr las lágrimas ... que bien da– ban a conócer la opresión, que les causaban.sus extraviadas conciencias ... <Aquellos mismos que trabajaban por impedir la santa misión ..., no perdieron una misa. ni unc. ·plática, ni un rosario, ni siquiera ni un ser– món de los cuarenta y dos que se predicaron ... Admirados decían: ¿Quién habíé!l. de pensar que nosotros habíamos de dejar la mala vida ... ? ¡Cuán grande era 11uestra ignorancia! ¡Oh qué fuerza tiene la divina palabra, predicada por los misioner-os! , «Los casados, que habían abandonado a sus propias mujéres para vivir con otras, se unieron con sus legítimas esposas; los solteros se ca – saron ... Era tal el tropel del confesonario, que fué preciso poner soldados de guardia... Era tal la concurrencia, que empleando de nueve a diez horas oyendo confesiones, salíamos como si nada hubiésemos hecho. Tales son los frutos, que se recojen en misión, oida devotamente, como lo compro- · bará lo que ahora voy a re:'erir ... «El día 20 de junio, predicando sobre la fe a una concurrencia de do– ce a catorce mil personas, sucedió una cosa bien extraord !naria ... Iba yo probando ... que la fe sin ojras a nadie puede salvar, y observaba que to– do el auditorio escuchaba con profundo silencio ... Aún no había llegado a medio sermón-, cuando de repente levantaron todos el grito, pidiendo a Dios y a la Divina Pastora misericordia. Oigo un llanto simultáneo en toda la plaza , veo que todos , hombres y mujeres, tienen levantados sus brazos al cielo formando la santa cruz. Por el momento se me ocurrió que sería un terremoto ... Con todo seguían gritando: ¡Misericordia, Señor! Unos decían que veían bajar fuego del cielo; otros gritaban que por la plaza corrían unas fieras n~gras ... ; otros afirmaban haber visto caer sobre ellos unas figuras horribles con espada y machete en mano; unos huían, otros se agachaban para evitar el golpe ... «Viendo; pues, que todos en todas las partes de la plaza seguían con tan lastimosos llantos y gritos, los dos (misioneros) nos pusimos en me– dio del auditorio, gritando: -¡No hay nada, silencio!- ... Viendo que de nada servían las palabras, comenzamos a cantar la Salve ... Pero ni aún esto fué bastante... Entonc~s. pues, rompimos del modo que nos fué po– sible por entre aquella masa de gente consternada y, volviendo al púlpito, entonamos el ¡Perdón, oh Dios mío! ¡Cosa admirable! Desde que oyeron las coplas de perdón se aquietaron aquellos ánimos, tranquilizándose aquellas conciencias y no resuena más que la voz de los misioneros a la que contestan con el Perdén, unánimemente. «Fué tal el espanto y te111or que en todos causó lo que ellos decían que veían, que los unos co::-rían a la iglesia dando gritos y pidiendo mise– ricordia; otros se refugiabc:n en las tiendas de la plaza ... Los hombres ,... se hallaban en esta ocasión acobardados y aminalados, mil veces más que. las sen.cjl)as doncellas. Tal consternación se apoderó de aquellos co-
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