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798 LA DIVINA P:\SfORA Y ÉL BTO. DIEGÓ J. DÉ C, corazones ... Los divorciados envejecidos se han pedido perdón uniéndo– se de nuevo. Los amancebados escandalosos y encanecidos en sus malas y desastrosas costumbres se han casado. Hombres y mujeres, de cuaren– ta, sesenta y setenta y más años, encenagados en la más depravada vida, han salido del infame pecado, dando mil gracias a Dios, a la Divina Pas– tora y a la santa misión ... <El día 30 (de junio) a las 4 de la mañana se hallaba la catedral api– ñada de fieles devotos de la Divina Pastora, que por última vez iban a despedirse de tan piadosa Protectora ... A las 6, enarbolado el estandarte al pie del altar mayor, se entonó el No te vayas, Madre ... A ésta tan tierna despedida se levanté un grito general entre hombres y mujeres, grandes y pequeños, de medo que no tenían aliento para repetirlo ... Co– mienzan los padres misioneros a caminar, pero las gentes agrupadas al– rededor, gritan, lloran, se lanzan sobre ellos queriéndolos abrazar. Sale, en fin, nuestra. Pastorcita de la catedral, pero se encuentra con mayores dificultades fuera ... Más de quince mil almas acompa,ñan esta vez a la Pastorcita, María Santísime. Si por aquellas mismas calles entró dos me– ses antes, en medio de un ¡meblo alegre y festivo, ahora sal,e en medio de llantos... Si entonces los selvadoreños recibieron a la Divina Pastora con músicas, arcos y repiques de campana y cohetes ... , éstos ahora van en las manos de su Pastora ce mo triunfos conseguidos pór su materna~ in– tercesión. <Entre los arcos triunfales que en su entrada le pusieron, había uno que llamaba la atención y era el Arco iris, símbolo de paz. Y no se equi– vocaron, porque esta es su sagrada misión , a imitación de su Santísimo Hijo, qu,e dijo: He venido a traeros la paz. Esta misma es la que ha plan– tado la Divina Pastora en s.1s hijos: paz en las conciencias agitadas por el pecado; paz en las familias, donde reinaba la más completa ignorancia cristiana; paz en los pueblos cruelmente divididos por las rencillas, dis– cusione~ y envidias; paz e:1 las ciudades tristeniente abandonadas a los odios, venganzas y bandas de partidos políticos; paz, en fin, en toda la Repúbliéa>. <Hahiendo llegado a nuestra iglesia y, viendo que no podía entrar tanta gente, el señor obispo nos dió a todos fuera de ella su cordial ben– dición y, cantada la Salve a la Divina Pastora, se retiraron derramando lágrimas> (1). Hasta aquí son palabras del venerable quien, al pintar ese grandioso cuadro de la mis i_ón, ha dib.1jado, sin pretenderlo, su gigante figura apos– tólica en los momentos más críticos y gloriosos de su vida, únicos en que llegó a temer, en que se le da una pública Magdalena como ia tuvo Jesu– cristo y el beato Diego , en que logra hepopéyicamente · pacificar y conver– tir con su palabra divina a l::>do un pueblo encenagado en los vicios y dis– puesto eh su locura a derramar torrentes de sangre por la conquista del poder. Y lo más asombroso, lo que debe grabarse más en nuestros cora– zones es que todo lo hizo con el arma de su estandarte, mediante el cual se sintió palpablemente la protección de la Divina Pastora , pues en los dos meses que duró su visita misional, se .alimentaron trece mil quinientas l. Tráela, en parte, el C RONICÓ!N e,, pp. 129-37, y toda, P. Ciáurrlz, VrnA e, pp. 308-118,
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