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V. I>. ESTEBAN EN EL SALVADOR arredrarse portal antecedente escribió a Guatemala manifestando sus de– seos, y el padre guardián puso los ojos en el venerable y. lo mandó para llenar el difícil cometido que se le confiaba. Aj pisar el ingrato territorio, del que salió .entre gendarmes, las cosas, en cuanto a la autoridad civil, habían cambiado, pero no el estado febricitante de los pueblos, divididos en dos bandos, el de los barrisfas y el de los bañistas. No dudó un mo– mento que lo~ reconciliaría con la caridad de Cristo y la protección de la Divina Pastora, y comenzó las misiones por Sonsonate, capital del depar– tamento, siguiendo su práctica de óendecir al pueblo con el estandarte. Pudo resistir varios meses los fuertes calores y la enorme labor hasta agosto, en que cayó enfermo y se vió obligado a.volver a Guatemala (1). En El Sa'lvador arreciaba la' tempestad política con sesgo revolucio– nario y temía el prel3idente Dueñas que Barrios con sus adeptos irrum– piera en la República para arrojarle del poder. Nuevamente pensó en los capuchinos para reducir y pacificar las facciones de su pueblo, pero en esta ocasión :ofrecía su apoyo, no sólo para las i11isiones, sino también para fundar un convento , cuyo superior debería ser el padre Esteban. En vista de tan buena coyuntura accedió e.1padre guardián a todo. Cuando el siervo de Dios se preparaba para la marcha, los frailes, hubieron de de– cirle: «Padre' Esteban; no hace más.de cuatro años que vuestra paternidad vino de El Salvador entre bayonetas. Esta vez va a dejar la piel allí, por- qu_e, según cuentan, aquello está muy malo. El partido barrista va a es– tallar. La revolución. es cosa de días, no se exponga a una catástrofe». El santo misionero por toda respuesta, preparó el estandarte de la Divina.Pastora y preguntó: - ¿Con quién voy?-. · El 23 de enero de 1865 ya estaba en Santa Tecla, la Nueva San Sal– vador, donde. debía establecer.el convento, pero antes había d.e desplegar su celo sembrando el bien y ,la paz. Recojamos sólo ajgunos casos de este glorioso período misional. Comenzó por la misma ciudad de Santa Tecla, donde el éxiJo fué rotundo. Un prodigio lo hizo mayor. Predicaba sobre las verdades del infierno y observó ciertas sonrisas llenas de iro– nía e incredulidad. En aquel momento exclamó con su voz de trueno: «Señor, ¿no mostrarás ahora mismo una chispa del fuego qüe tu ira so– berana tiene encendido en el infierno para los réprobos?». En aquel instante, sin haber señales de lluvia, se oyó una horrible explosión: éra ,un rayo que había caído en la puerta del templo, carboni– zando a una pareja que alardeaba de incredulidad entregándose a inmo– ralidades. En el últinio día la afluencia de forasteros fué enorme y el acto hubo . de celebrarl?e .en el gran patio del seminario, terminándose con la Bendi– ción Papal. De esta misión escribía el venerable: «Las comuniones han sido fres mil docientas, sin la comunión general. Los matrimonios hasta ,ahora, trecientos cinc.uenta y dos y espero que éstos seguirán durante la novena de la Divina Pastora que hemos comenzado hoy» (2). Los buenos efectos de la misión de Santa Tecla despertaron en el señor obispo·de San Salvador y en el presidente de la República el deseo de que i,nmediatamente predicara otra en la capital, foco de las rebeliones l. lb., p. 300. - 2. P. Ciáurriz, Vida c., p. 307, "
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