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EL V. P. ESTEBAN DESTERRADO DE EL SALVADOR A GUATEMALA 793 Los fieles a gritos pedían que n.o se marchasen, y ante aquella conmo– ción general detúvos.e y les dijo: - «Santanecos, si queréis que siga la santñ inisíón, que vayan dos señores a decir al señor gobernador que haga sus~ender la comedia dur:ante la misión». Aún después de este per– c~nce p~s:ó otra vez la música, mas el santo prosiguió, como si no la oyese. Péro al terminar el acto de contrición, dirigiéndose al pueblo, vol– vió a preguntar: - ¿Queréis misión o comedia? - Queremos misión-, fué el grito de todas las gargantas. Al día siguiente se le presentó el gobernador y el alcalde, dándole sa– tisface.iones con promesa de que el caso no se repetiría. Voces de cocodri– los fueron estas, porque aquella noche le visitó un enviado del gobernador, para intimarles, a él 'i/ a sus compañeros , la orden de salir de la República en .el plazo de dos horas. ·_ No necesitamos tanto tiempo, con mends nos basta~. Eran más de las 9 de la noche; salió para recoger el esta.nd ~rte de la Divina Pastora y hallóse que la puerta de la casñ esta_ba bloqueada por un piquete de soldados . El oficial le dijo que tenía orden de no d~jar sa,liT a nadie. Dos horas después, escoltados por cincuenta hombres con baypneta, salieron los cuatro capuchinos dirigiéndose a Guatemala, en cuy¡:¡,frontera se pararo11los esbirros hasta que perdieron de vista a los en','.iados de Dios. Ahuyentaron a _los zagales, pero la Divfna Pastora, permaheció allí defendiendo sus ovejás como después se verá. Entre tanto contemplemos a los cuatro religiosos atravesando los pueblos de Guatemala y su desfile por las ca lles de La Antigua. «Si unos pocos y desafectos salvadoreños, dice el Cronicón, entre bayonetas sa– caron a nuestr,os misioneros, los limítrofes guatemaltecos les recibieron en triunfo y, s: aquellos los sacaron en el silencio de la noche temiendo al pueblo, éstos en medio del día les recibieron con acompañamiento .de las autoridades, con flores, con repique festivo de campanas, cantando glo– riosos hi111nos a la Divina Pastora» (1). La fama del venerable creció mucho con la repugnante ofensa de los salvadoreños. Desde el presidente de Guatemala·hasta los gobernadores y alcaldes, los obispos, su clero y los fieles, todos reprobaban el hecho y querían satisfacer al heroe despreciado. Pero el apóstol, que se crecía en la persecución, dejando a un lado injurias y honores, y, abrazándose a su band.era, comenzó sin tomarse descanso una nueva campaña de evan– gelización por los pueblos de la República. Estos, que sabían lo ocurrido, acentuaban su cariño al venerable, porfiando en darle satisfacciones. Desde ahora se va a dar un nuevo espectáculo de amor y devoción a la Divina Pastora en'tre los misionados. Ya no será el despedir a la augus– ta Misionera bajo palio hasta las afueras de la población, sino que la pro– cesión continuará, como devotísima romería, hasta que en medio de los campos hallen los romeros de la otra ciudad a donde se dirigía la misión . ¡Momentos sublim,es y sugestivos aquellos en que las dos agrupayione·s se·confurtd'.an, sin más relieve sobre la planicie de sus cabezas estáticas que la dulce imagen de su Pastora, que los miraba sonriente y propicia! ¡Caso evocador y de sentimientos psicológicos encontrados en que, 1 mien- tras unos, con la nostalgia de·la despedida, cantan melancólicos: · 1. P Cambrils,., o. c., pp. 90-9.3. 102
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