BCCCAP00000000000000000000461
V. P. ESTEBAN DB ADOAIN EN CUBA 785 Por toda la comarca la invasión colérica azotaba cada día más a sus habitantes, y, llevado de su caridad, pasó al vecino partido de Yarei, don– de los apestados no tenían ni un sacerdote que los asisties.e. Al penetrar en la primera choza del pueblo vió tirados en tierra nueve moribundos, dos ancianos y los demás niños; los absolvió y administró el santo óleo, muriendo todos, mer\os unos de los viejos. Animado por la protección visible de la Celestial Pastora en Giguani, repitió el hecho con todas sus circunstancias, y la Divina Misionera, acla– mada Patrona del partido de Yarei, se dignó obrar el mismo prodigio, haciendo desaparecer el contagio y la 111011taqdad (1). ·guiso trasladarse a Bayamo, pero los concubínarios y libertinos lo habían de:iunciado, formándosele un voluminoso expediente con sus falsas delaciones, en que se le acusaba de suversivo por atentar contra el amancebamiento, predicar la igualdad de razas y haberse llevado del templo sus imágenes: así tergivesaban lo ocurrido en Santa Cruz, cuando huyó con el estandarte de la Divina Pñstora. El fiscal propuso,el desti(rro del padre Adoain, y sus enemigos, antes de la sentencia, im~rimieron el informe repartiéndolo por la comarca, que creyó que el venerable esraba ya exilado. ~Mas el apóstol, intrépido en su celo, a fines de diciembre en– traba en Bayamo, enarbolando el estandarte de la Divina Pastora con pasmo de los vecinos, que lo seguían rezando y vitoreándole hasta llegar al templo, donde dijo a la muchedumbre que venía a la ciudad sólo para asistir a los apestados. El cólera había cedido: entonces se limitó a cele– brar un triduo a la Divina Pastora en acción de gracias y, aunque el pue– blo le pedía que continuase allí la misión, se marchó a otros lugares de más necesidad y peligro (2). El venerable para tranquilizar a su hermano -por estos sucesos, le decía en una carta: · «Gozamos de paz y esperamos que será duradera. Es verdad -que alguna vez el infierno levanta su g'rito contra las misiones; pero hasta la fecha la Divina Pastora le ha quebrantado la cabeza y le ha dejado sin resuello~ (3). El cura de Manzanillo le escribe que vaya a su parroquia para reme– diar al mal de la peste, que hacía estragos horrorosos. Veintiocho leguas hubo de andar el siervo de Dios para trasladarse a dicho pueblo, donde se dedicó casa por casa a asistir a los contagiados y, sin reparar sus fuerzas, comenzó una misión dedicada a la Divina Pastora, qué la bendijo con extraordinarios frutos (4). Aquel permanente caminar, asistir a los enfermos, predicar y verse perseguido, agotaron sus energías y cayó enfermo de gravedad. Fiebres altísimas, tal vez del contagio, hicieron temer por la vida del santo misio– nero. Cuatro meses llevaba impedido sin poder trabajar en su ministerio, cuando un día, contemplando el estandarte de la Divina Pastora, sintió la nostalgia de los tiempos pretéritos, saltó del lecho y en un arranque de celo, vacilante y tembloroso, buscó a su compañero y le dijo: - Vámonos a predicar misiones, y con la contrariedad y admiración de todos salió en busca de las ovejas perdidas (5). 1, lb., p. 184. - 2. lb,, pp. 186-203, - 3. Carta de 15 de abril de 1854. - 4. P. Esrella, o. c., p. 205. - 5. lb., pp. 213 y s. 101
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz