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780 LA DIVINA ?ASTORA Y EL BTO. DIEGO J. D13 C, un oficio le decía: «Venimos en relevarle del compromiso en que se halla y, en tal concepto, podrá marchar a la diócesis que más le convenga » (1). De momento el padre Esteban, esperando que Dios le abriera cami– nos , continuó en La Habana misionando, como lo hizo desde su llegada. Las gentes lo querían y admiraban por su celo apostólico y por su auste– ridad religiosa, siendo po pularísimo en toda la diócesis. En sus apuntes , hablando de estas misiones, dice el venerable: «Creo que el _fruto era mu– cho: digo esto por el mucho auditori@ que veía concurrir » (2). Habiendo sabido que el ilustrísimo padre Clarel se había posesiona– do de la sede de Santiago de Cuba, mediada la cuaresma del 1851 marchó a dicha ciudad y expuso humildemente al arzobispo-, su sitm1cíón y sus anhelos de vivir consagrado al ministerio de las misiones. · · Aquel santo prelado se percató al momento que tenía presente a un varón apostólico de grandes virtudes y, sin poder contenerse, le abrazó diciéndole: «Desde hoy mismo será usted mi misionero y rni familiar. No tend i:á usted asignación alguna , pero sano y enfermo será usted tratado como yo y desde hoy comenzará a trabajar» (3). _Aquel abrazo fué como el del santo Domingo a san Francisco. Años más tardes escribía el santo Claret: «El padre Esteban fué aso– ciado a mi misión por circunstancías no casuales , sino providenciales . Es religioso intachable en su conducta y doctrina; No me toca calificar su salida de La Habana: sé que allí tuvo enemigos que lograron de algún modo indisponerle con aquel dignísimo prelado; pero me consta que en el púlpito combatió con energía y santa independencia doctrinas erróneas ... También me consta, y esto con plena certeza, que muchas gentes muy piadosas, de La Habana, lo bendicen y respetan y aún se due_len de haber p-erdido un operario evangélico , que en nada desmerecía de los mejores de la capital. Pero Dios lo tenía destinado para ayudarme. Nada tiene de par– ticular que, siendo tanto su celo y tan gloriosos sus resultados, venga sobre él la tribulación » (4). Así fué en verdad , porque el padre Adoain desde aquel momento fué el brazo derecho del pastor de Santiago, el gran pregonero de la causad~ Dios , y el baluarte inconmovible contra los errores y vicios de la dió– cesis. La isla , por su hermosura y riqueza era centro cosmopolita de hom– bres trashumantes, que sólo paraban en ella para gozar y enriquecerse a costa de la moral y de la salµd pública. El mayor vicio, con carta de ve– cindad , era el amancebam iento que trae consigo la disolución de la fami– lia y de la sociedad. Baste decir, para conocer su extensión y raigambre, que, en el período 1842 al 46, de 41,167 niños bautizados , más de la mitad eran ilegítimos. ¿Cuántos serían si se computasen los que no recibieron el bautismo? A curar esta lepra y otras muchas se lanza con el espíritu de Dios , sin temor a la fiebre amarilla , ni al vómito negro, ni a las penalidades del calor, ni a las persecUciones, que como en otras partes, esperaba en pre– mio a su apostolado. No dejó distrito por andar , ni pueblo ni bohío por evangelizar: en cinco años y medio que duró su misión en Cuba no paró 1. Ib., p. 159. - 2. Ib., p. 137. - 3. Cuaderno II del P. Esteban, ib., p. 140. - 4. Arch. nacional de Cuba, P. Estella, o. e , pp. 140 y s.
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