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778 LA DIVINA PASTORA Y EL BTO. DIEGO J. DE C. hora en hora un poco de comida, que las más de las veces era un poco, de . carabe. Por las noches se recogía al pie de un árbol, esperando la muerte por ·alguna fiera o por la picada de un insecto venenoso. En una de ellas, al llegar a Gué!chara , encontró al padre Hernani gravemente enferúw, consumido por la fiebre y la privación de alimentos y medicina. Sin desa– nimarse siguió envangelizando a sus ind ' os, pero un día sintió que le fla– queaban las piernas y que un fuerte escalofrío invadía todo su cuerpo: era télmbién víctima de la fiebre y, como su hermano , no tuvo ni un Jecho ni una medicina ni una taza de caldo. Los indios les -servían con cariño , pÚo, ¿qué podían hacer? . . · En tan triste estado recibieron orden del gobierno para que dejaran la misión y se fuesen a vivir a otro punto. El abai1dono de sus indios le hizo olvidar todos -sus padecimientos y fué üna de las penas más grandes de su vida . · · La erifermedad seguía mermando las fuerzas de aquel robusto retóño , era un esqueleto con los ojos hundidos y amarillez de cadáver, y aún así, retirado de la misión, continuaba entregado al ministerio . Los médicos dictaminaron que aquella sangre, viciada con picaduras de insectos, no podía sanar sin un cambio de clima, y entonces {1845) se embarcó para Francia . Pr·onto reaccionó su fuerte naturaleza y, sabedor de que las circuns– tancias de los misioneros habían cambiado, marchó otra vez a Vene- zuela (1847). · · · El campo ministerial que -ahora se le confía . no es el azaroso de los salvajes; sino la ~ura de almas, en la ¡::arroquia de Maracay, donde hizo mucho bien y logró grandes conversiones, entre ellas la de la célebre concmbina de Maracay. · No. tardó el enemigo en tenderle una nueva celada: por orden del go– bierno se le ordena cesar en la administración de la parroquia por no tener carta de naturaleza venezolana y se añadía que, por la misina razón, debían ausentarse de la República los capuchinos (1). Olvidábase el quisquilloso gobierno no sólo del pacto mutuo hecho con España de respetar la ciuda– danía de sus respectivos súbditos, sino también de sus propias gestiones ante la Santa Sede para que no saliese un capuchino de Venezuela cuan– do fueron destinados seis a Guatemala. El padre Esteban, en un principio, solicitó la carta de naturaleza ,-pero después, como inspirado por Dios, ret iró la solicitud, porque en breve peúsaba salir de la República y no le paNcía conveniente renunciar a sus derechos de ciudadano español. Esta decisión irritó al ministro de Estado y en revancha mandó que el padre Esteban <Cese en el curato de Maracay y se ponga inmediatamen– te en camino para esta ciudad Caracas, para presentanse en este des– pacho ». Obedeció el venerable, no al gobierno, sino al arzobispo que era sil superior, y por ello se personó ante el g:>bernador de la provincia para protestar contra ia autoridad civil que se había arrogado los derechos de la Iglesia. Protesta viril y apostólica por la que le nombró el prelado direc– tor y catedrático de ·moral del seminario. l. lb., pp. 115-17, donde está la orden ministerial.
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