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MISIÓNE!S DE GUATEMALA y DEL SALVADOR Pero el honor de su inauguración cupo al padre Segismundo, recién elegido guardián, en agosto de 1862, mes llamado augusto por el cronista en atención a tal acontecimiento y a las fiestas que se celebraron . El arzobispo de Guatemala , con autorización apostólica, concedió · tres días de jubileo con indulgencia plenaria, en los que estuvo expuesta Su Divina Majestad; el obispo monseñor Colina, el día 8, se dignó bende– cir solemnemente la nueva iglesia y trasladar de la vieja el Santísimo Sa– cramento , en cuya procesión llevaba el estandarte de la Divina Pastora el primer ministró del gobierno, ·don Manuel Echevarríe; en la función pri – m~r a predicó dicho p·relado , asistiendo el ilustrísimo señor don Tomás Sáldaña, obispo del Estado de El Salvador; en el día 9 debió predicar monseñor Aycinena , obi spo de Trajanópoiis, pero hallándose enfermo, mandó su sermón escrito para que siempre con stase su amor a la Orden; después se celebraron sendas funciones en dos días , asistiendo el arzo– bispo y los otros prelados. Predicó en la primera, el padre Segismunoo, y , en la segunda, el padre Cambrils, a cuyas fi es tas llama el cronista «nuestra dedicación a la Divina Pastora de las almas, María Santísima, .. Patrona de las santas misi ones» (1). De este modo hon.raban y servían a su dulcísima Mctdre los tr¿s capuchinos reseñados, a quienes se unía , compitiendo en finezas, la comunidad entera por vivi.r ya en un santuario dedicado a su celestial Pastora. Entre sus miembros debe r ecordarse el apostólico padre Pedro de Llisá (1812-84) , incansable misionero en Guatemala y El Salvador, uno de lo~ restauradores de los capuchinos en España, a quien sorprendió la muerte nombrado comisario general de los mismoos (2). Como nota preeminente de su amor y apostolado pas/Óreños, fundó en Guatemala (1869?) una Con– gregación religiosa de terciarias capuchinas de la Divina Pastora, destina– da a educar las niñas y a cuidar de los hospitales de aquel país (3) , En el presente bosquejo no queda terminada la gloriosa ejecuforia de los capuchinos de Centro-América; sus horizontes son rhás amplios y r e– presentativos , que ahora terminamos, porque nos aguardan otros dos campeones del mismo apostolado, el venerable padre Esteban y el carde– nal Vives , en cuyas biografías procuraremos puntualizar más el cuaf:)ro de este capítulo. 1. CRONICÓN c., p¡:,. 108 y s. - 2. P. Basilio de Rubí, N eCRbtoGi bEtS CAPUTlÍ'.INS DE CATA• LUNYA I BALEARS, p. 305. - 3. CRONICÓN C., p. 173, CATALUNYA FRANCISCANA, a. 18;25, p. 154.
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