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770 LA DIVINA PASTORA Y EL BTO . DIEGO J. DE C, venidos del. cielo y les confió misionar en el d'istrito de Montbuy. Hicieron un bien inmenso a los pueblos civilizados y a los indios salvajes, por lo que pronto el enemigo sembró la cizaña. Cuando comenzó la misión, en carla escrita en David (1872), dice: t¡ue la gente acudía a la iglesia y Dios bende'cía sus trabajos. Pero un grupo de siete maleantes, que tenían por cabecilla a un rico italiano, de la secta carbonaría, comenzó a perseguirlos, calumniarlos y hasta imprimió un escrito injurioso contra los misioneros. Como la gente no les hacía caso, determinaron intimidarla y perturbar el orden de la misión. Una noche gritaron a la puerta de la iglesia y dos fueron a la cárcel por mandato de la autoridad; otra, echaron en la iglesia una culebra, que alborotó todo el auditorio; mas viendo que los misione– ros seguían predicando y confesando, determinaron matar a los siete ca– vuchinos. A la una y med ia de la noche irrumpieron los enemigos con ar– ~as de fuego en la ' pieza donde dormían los religiosos, los despiertan y apuntándoles con las armas, les dijeron que al primer movimiento o pala– bra morirían. El padre Lorenzo anota: «Nos levantamos, poniendo toda nuestra confianza en DioE y en la Divina Pastora, Patrona de nuestras mi– siones. Y luego, conociendo el padre Pedro el grari peligro, se echó sobre uno de ellos, el más valie:1te, que era un coronel retirado, quien disparó y causó un rasguño en la cabeza del padre Pedro; mas éste le quitó de una mano el re_volvér y de la otra, el_ puñal. Empezamos todos a gritar; dispa– ráror¡ muchos (iros y mat:iron a un hermano nuestro, fray Fidel de Suria». Providencialmente se presentaron algunos soldados que prendieron a seis de los malhechores y, cuando perseguían al otro, se suicidó antes que rendirse. De este modo la Divina Pastora salvó a sus misioneros, aunque permiti.ó que hubiese una víctima como testimonio de haber librado a los demás de la muerte.(1). Un año llevaba en el Panamá y ya tenía compuesto un catecismo para los salvajes en su propia lengua con ilusiones de adoctr inarlos, cu~mdo recibió la obediencia pare: que se agregase a la nueva misión del Ecuador. Desde aquí, en carla de 1874, fechada en !barra , dice con relación a nues– tro asunto: «Al marchar de cada pueblo, salimos en procesión con el es– tandarte de la Divina Pastora, cantándole gozos y el pueblo nos despide con lágrimas; cosa de un cuarto eje legua de distancia nos volvemos de cara a la· población y la bendecimos con el estandarte, que por último arrollamos y ponemos en su cajita; levántase un llanto general, increíble para muchos habitantes de esa Europa, marchamos ... , a escape y nos es preciso mandar al pueblo que no nos siga» (2). Refiere, después, a su llegada a la villa de Urcugui, donde halló a su cura, triste y preocupadísimo, porque le habían robado un cofre que conte– nía una buena cantidad en metálico y alhajc1s de la iglesia sin haber podi– do averiguar su paradero. -Vamos, le dijo, a celebrar dos misas: .uno la dirá a san Antonio y el ot'.'o a la Divina Pastora-. Así lo hicieron y al día siguiente recuperó el cura cuanto le habían robado (3). No menos ,interesante es otra carta, fechada en !barra (Ecuador), después del asesinato de García Moreno , en la que pronostica grandes desastres para aquel país y referente a nuestro asunto, dice: «Désde últi– mos del año anterio_r no hemos parado de dar misiones a una porción de l. lb., pp. 212 y s. - 2. lb. , p. 220, - 3.. lb. y s.
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