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764 LA DIVINA PASTORA Y EL BTO. DIEGO j. DE C. la gente pueblerina, 1 y de aquí viene la . abundante produc– ción que hemos vis– to. El Museo de la Divina Pastora po– see muchos ejempla– res que merecen ser catalogados ·en e 1 arte, entre ellos uno grande, muy raro en el género, con la Santísima Trinidad coronando a la Pas– tora, y otros dos, que reproducimos. De esta clase existen aún muchos modelos, que por s u s aberraciones técnicas deben de– saparecer del públi– co. En ellos las flo– res y telas son par– ches de color; las ovejas, cuines, y la La D,vina Pastora. Pintura directa en vidrio 1 de la escuela mala– gueñ~. Perteneció al tesoro artlsiico de fa RoMERAL (Antequera), hacienda del exministro Romero Robledo. figura principal despropcrcionada en' el conjunto . Diríase que son au1¿n – ticas caricaturas de un impresionismo exagerado si no constaran la piedad y amor con que fueron hechas y la veneración con que se las tiene en los hogares. A pesar de esto, en la Exposjdón de artesanía portuguesa, celebrada en Sevilla en .el 1942, se exhibió , como joyita , un vidrio de dicha clase con la Divina Pastora, atribuido, según el catálogo, a la artesanía lusitana, y en tanto aprecio lo tenían, que lo reprodujo en la portada exterior, a toda plana y con sus colorines, la publicación, Panorama. Revista portuguesa de arte e turismo, que es de gran lujo y circulación. Mas debemos adver– tir que en el Museo de la Divina Pastora existe otro vidrio, igual en todo, hasta en el tamaño, adquirido en Málaga. Hemos tocado este aspecto de la devoción como tina prueba palpable y fehaciente de su arraigo y vitalidad en los pueblos durante estos años , en que también se repartían profusamente dos opúsculos del beato Diego: Devoción en forma de Co.-ona a fa Dfrfoa Pastora de las almas ... , un– preso en Ronda, y Afectos de conlridón de un pecador a Jesucristo , y afectos de amor de jesucristo al pecador con la oración a la Pastora Do– lorosa para la hora de la muerte, Málaga, 1858. Réstános, últimamente, dedicar un merecido recuerdo al gloricso apostolado de los capuchir:os que, como se dijo en el capítulo LVII, mar– charon a las Repúblicas americanas. El gobierno de Venezuela pidió a Gregorio XVI que le mandara mi– sioneros para evangeli zar sus pueblos. El Papa llamó al padre Alcaraz y
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