BCCCAP00000000000000000000461

· LA bevoc1óN EN EL REINÓ oe vALeNéJA obispos, otros se verán en los altares y, en general, todos fueron columnas de la restauración. · Un día del año 1874 se presentó un joven español, que aún no había cumplido los 20 de edad, solicitando su ingreso en la Orden.. La com– postura y formación religiosa del candidato enamoraron a la comunidad y lo admitieron al noviciado con el nombre de fray Luis de Masamagrell (1854-1934). La piedad y mesura del joven novicic, unidas a una gran dul– zura y mansedumbre, recordaban la figura d.e san Francisco de Sales. Muchas veces, ya profeso, hablando con su lector, elogiaba el celo apos– tólico del padre Benaguacil y le añadía: - Si se lograse que viniera, sería un gran bien para este convento.-Este elogfo es un paneg·írico de la fama de santidad y de apóstol que gozaba en Valencia el padre Benaguacil, tanto más porque se hacía en los precisos. momentos en que el provincial de Tolosa había ordenado que no se admitiesen más exclaustrados, ba– sándose en que habían salido algunos (1). Al mismo tiempo el padre Benaguacil supo de la fundación del con– vento de Bayona y voló para incorporarse con sus hermanos. Ahí está el padre de quien tanto nos ha habJado-dijo el lector a fray Luis-. Vaya y véalo. La alegría de verse se convirtió en luto, porque ya habfan comunica– do al huésped que no podía ser recibido por la orden del padre provincial, y sólo se le permitió que permaneciese en el convento el tiempo que tu– vi.ese a bien. Ahora va a revelar fray Luis la cordura y suave diplomacia con que se distinguió siempre para resolver los asuntos más arduos y difíciles de gobierno. Debiendo entrar la comunidad de ejercicios, dijo a su lector que si los dirigía el padre Ambrosio de Benaguacil, no dudaba que la comunidad pediría su admisión. El lector lo propuso al padre guardián y lo aceptó. Por otra parle previno al huesped que no se resistiera a la invitac'.ón, porque del desempeño de ella esperaba que su ideal fuera un hecho. El fruto fué grande y los religiosos quedaron tan entusiasmados, que por unanimidad pidieron la incardinación del padre al convento. Agrade– cido a este beneficio, en tono profético, dijo a fray Luis: Chiqnet, tú te encarregarás de les menes monchetas. Chico, tú te cuidarás de mis mon– jitas (2). Efectivamente fué así, porque, mucho después (1885), el padre Luis de Masamagrell fundó una Congregación de religiosas terciarias capuchi– nas, a las que se agreg·aron tres monjitas de las del padre Benaguacil (3). Este fué un ejemplo vivo de observancia, austeridad y unión con Dios, por lo que le nombraron maestro de novicios (4); después pasó a España con el venerable padre Esteban para restaurar la Orden, le acompañó en muchas misiones y fué su primer vicario en el convento de Sanlúcar de Barrameda. Ultimamente ftié trasladado al de Masamagrell, donde acabó su vieja dejando tras sí el perfume de su santidad y devoción a la Di.vina Pastora que han llegado a nuestros días. 1. lb., p. 37. - 2. lb., pp. 38 y s. - 3. Ib., pp. 70-72. - 4. P. I. de Ciáurriz, CAPUCHINOS ILUSTRES de la antigua· provincia de Navarra-Cantabria, p. 303 et alib.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz