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36 LA DIVINA PASTORA Y EL B1'0. DIEÓO J. DE. C . Predicaba una de sus misiones en Osuna y llegó la noche de la proce– sión de penitencia a la que asistían sólo hombres , que iban disciplinándo– se, llevando cilicios o cruces, descálzos o con grillos , y siempre haciendo un acto de mortificación heroico. El padre avisó desde el púlpito que mien– tras duraba la procesión las mujeres debían permanecer encerradas en sus casas, orando y sin asomarse a verla. Les prometió que la Virg·en bende– ciría a las que cumpliesen dicha orden y en cambio anunció que castigaría a las que osasen quebrantarla. Cierta señora, llevada de la curiosidad, quiso verla; pero an'tes se ase– g·uró, que nada le ocurriría, consultando a un reverendísimo padre maes– tro , quien le contestó que podía hacerlo , porque todo era idea del misionero y que no le vendría mal alguno. Al pasar, pues, la procesión por su casa se asomó a la ventana, y apenas puso su mirada sobre la comitiva sintió un dolor tan vivo y vehemente rn los ojos, que gritaba «bramando como una fiera • siendo su desconsuelo y el de su familia mayor cuando se aper – cibieron que había perdido la vista. En tanta aflicción pedía que la ll evasen al padre Oviedo , y cuando lle– gó a su presencia , doblando sus rodillas , le refirió todo lo sucedido , cla– mando por su remedio. «Señora mía, le dijo el padre, esa cura no debe hacerla la Divina Pas– tora, sino el reverendísimo que le dió el consejo a vuestra merced, y así vaya a él que la cure • . Pero ella, como la Cananea del evangelio , postran– do su cabeza en tierra ante el simpecado de la Pastora, persistía en su ple– garia , implorando la curación de sus ojos. Entonces el caritativo padre, mo– vido a compasión , se hincó también de rodillas y rogó a la Divina Pastora por la enferma «que luego se levantó con su vista recobrada , sin dolor al– guno y restituida a su antigua sanidad » (1) Fueron famosas las curaciones que obró, con almendras tocadas al es– tandarte de la Divina Pastora. Daba misión en las Cabezas de San Juan, y se presentó una mujer afligidísirna al padre Juan ·de Sanlúcar, que acompa– ñaba al padre Oviedo, pidiéndole una reliquia de la Pastora para aplicárse– la a un enfermo . Excusóse el padre, dicié,,dole que no tenía nada; pero a la insistenciá de. la demandante le dió una aimendra, diciéndole: Recen una · Salve a la Divina Pastora y después darán la almendra al enfermo para que se la coma . El resultado fué tan fe liz que , cumplido lo ordenado , al punto curó el doliente (2). Esta curación inspiró al padre Oviedo el tocar muchas almendras al estandarte de la Divina Pastora y fueron tantos los prodigios que se obra– ron , que la fama voló a los pueblos circunvecinos, y venían a pedirle al– mendras para sus enferm_os , que después se veían curados. Así sucedió en Puebla de Cazalla al leñador herido por un hacha; a una doncella de Sevilla , sanada de un grave tabardillo; en Osuna, a un ca– nóni,g,o paralítico; en Rota, a una posesa, y por fin, en otros muchos luga– res, en que S('.. ostentó la Divina Misionera, pródiga y misericordiosa para sus devotos , oyendo su fe y sus oraciones (3). Celebérrimas fueron sus misiones en Sevilla, en las que empleó un año entero, predicando de parroquia en parroquia con gran fruto y admi - 1. lb., pp. 38-40. - 2. lb., p. 239. - 3. lb., 240-43.
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