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LA FUENTE DE LAS PASTORAS 25 «Ahora a nuestro caso: Beati oculi, qui vident, quae vos vide/is. Ca– tólicos míos, bíenaventurados pueden llamarse vuestros ojos, porque ven la imagen de María Santísima con traje de Pastora. ¿Cuántos en los años antecedentes, cuántos en los pasados siglos desearían y se alegrarían de ver una fmagen de María .Santísima con el traje de Pastora? Pero ¿qué di– go, los antiguos no la vieron? No, no la vieron, non viderunt, porque ni en la historia alguna, ni en la antig·ua tradición, ni en otro monumento al– guno se halla la imagen de María Santísima con título y traje de Pastora, hasta que por volun)ad de Dios salió ésta al mundo. Lu.~go ésta que ven vuestros ojos y que a la luz de las antorchas de la verdad ' registramos, es la primera imagen de María Santísima que con título y traje de Pastora en el mundo se ha fabricado » (1). Habla también del honor de la primacía y de la antigüedad para atri– buírselo a la imagen, y añade que si a Salomón pertenece la gloria de ser el primer escritor de la Pastora , en El Cantar de los Cantares, a esta Her– mandad se debe el timbre glorioso de ser la primera que le dió culto en el orbe, y a este propósito exclama: «Grande es, piadosísima Hermandad mía, grande es tl.'I elogio, grande tu alabanza y merecimiento grande. Pero es grande también tu obligación. E,sta bellísima imagen es la primera que con traje y título de Pastora se ha venerado en el mundo, y tú has sido y eres la primera que con este título y traje la has celebrado en el orbe; y así, si por esto es grande tu gloria y alabanza, por esto es también tu obligación muy grande. Debes servirla con todo gozo, con todo júbilo, con toda alegría, y esta alegría, júbilo y gozo debe causar en tu corazón una ternura amante con que la ames, la aprecies. la estimes y afectuosa la sirvas» (2). La trascendencia de este discurso fué muy eficaz para amordazar la · boca de los falseadores de la verdad, y los hermanos consiguieron que el venerable lo diese a la prensa en aquel mismo .año con el título: La ruente de las Pastoras. La resonancia debió ser tan intensa que uno de los cen– sores escribió: «Hay dichosas mentiras (Eccles. in offié.). Porque si estas merecieron todo un brazo omnipotente de un Dios hombre, para, postra– das, hacerlas cautivas ... ; aquellas han merecido la ocasión de verse a los pies de otro valiente brazo ». Y el segundo censor, el padre Narváez y Car– camo, carmelita, eminente teólogo y prior de su casa grande en Se\'illa, elogiando la predicación del venerable, le aplica lo que la reina de Sabá dijo a Salomón: «Beati qui audiunt sermones tuos et stant coram te sem– per. Porque el padre maestro (Isidoro) logra cuando predica lo que decía san Pablo: Omnis sermo semper in gratia sale sit conditus (Col os. 4, 6); pues pr edica siempre con tanta gracia, que por los labios se le derrama la sal... Aplique, pues, el curioso la atención al padre maestro cuando predi– ca y verá que con la acertada conexión de los discursos, la prudente elec– ción en los empeños, lo singular de sus ponderaciones, su moderación en las hipérboles, su retórico artificio, su nada afectada elocuencia y natural dulzura de sus palabras tiene como aprisionados en voluntaria prisión a los oyentes. Pues a mí más de dos veces me ha sucedido llegar a oir sólo l. Ib., p. 12. Aquí no trata el venerable del pastorado de la Virgen, que siempre lo po– seyó, sino sólo Jel título y traje de su imagen para el 1;ulto. - 2. Ib., p. 45.

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