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CONVENIENCIA DEL TÍTULO DE PASTORA 15 de zagales a la Mejor Pastora, tributándole con incensarios muchos aro– máticos perfumes». (1) En la iconografía mariana se registra un proceso armónico bien defini– do para cada época de las efigies. En el período apostólico representan episodios vividos o la actitud de las orantes; en el románico aparecen sentadas en plan de reina; en el ojival, rígidas, de paños ajustados y ojos penetrantes hasta el infinito; en el renacimiento son ampulosas, con el Niño entre las manos, en idilios divinos y familiares; y en la aurora del siglo XVIII, en que la literatura deja la idea caballeresca y la heróica, para convertirse en pastoril y en esa especie de Arcadias, donde en pleno campo poetizan los pastores y pueblan bo.,S,(ttIBS, ríos y montañas , es cuan– do la literatura bucólica invade la líric~( la novela y el teatro, y se infiltra también en los asuntos religiosos con gran número de letrillas al Pastor Divino y a su Zagala, sobre todo con Los Pastores de Belén, de Lope de Vega. Era , pues, el momento más propicio para representar a la Virgen María con el título y traje de Pastora, porque el Señor, para que germinase la s~milla, primero creó la tjerra. Eh el campo teológico y en la vida práctica cristiana también aparece esta devoción en los momentos más oportunos y necesarios. Europa esta– ba minada desde mediado el siglo XVII por la herejía jansenista, que con el frío de sus Ii1áximas helaba el fervor de los fieles y corrompía sus cos– tumbres, apartándolos de la recepción de los sacramentos . Blanco de sus iras era la santísima Virgen María, cuyo culto odiaba y pretendía darle un golpe fatal con el libro, Avisos de la Bienaventurada Virgen María a sus devotos, donde la misma Virgen aconseja a sus fieles hijos que no la veneren ni pongan en ella su confianza, porque con ello ofenden a su San– tísimo Hijo, condenando de este modo tan solapado la verdadera devoción mariana y apartando de ella al pueblo cristiano. En España echó sus raices la nueva herejía y Sevilla fué también víctima de ella, juntamen- te con el herético quietismo de Molinós. (2) · .,.._ j\ La nueva devoción mariana venía oportunamente a remediar estos ma– \ .les; era una misericordia de Dios y de la Virgen para salvar al pueblo cris - \ tiano. El título de Pastora de las almas, tan dulce y atrayente, tan tierno y · aleccionador para todas las edades y clases sociales , tan vivo y plástico pa- · ra manifestar a todos los hombres el grande amor y misericordias de ·Ía Virgen; aquel verse cada uno representado en la ovejita que acoge su dies– tra; el contemplar su simpático y humilde traje pastoril, su báculo p1;otector, su mirada celestial y léi figura de san Miguel arrancando de las fauces del lo– bo la ovejé) perdida, era un cuadro vivo que entraba por los ojos, que hería las almas y las despertaba para un nuevo fervor, inflamándolas en amor filial y disponiéndolas para practicar la verdadera devoción a la Virgen, que es la vía más segura para el bien y para allegarse a Jesucristo. Por esto la devoción de la Divina Pastora, con sus Rosarios cantados al aire libre, levantó a las muchedumbres y a los pueblos a un nivel espiri– tual extraordinario y vino a ser el dique contra la ola paganizante del jan– senismo, el antídoto y medicina que destruyó su virus ponzoñoso y la llu– via fresca y fertilizante que hizo florecer la piedad y virtudes cristianas en todos los pueb'os donde fué predicada y conocida. l. Fr. Angel, CRÓNICAS DEL CONVENTO DE CAPUCHINOS DE SEVILLA, t. I. f. 200. - 2. Guic:10t, HISTORIA DE LA CIUDAD DE SEVILLA, pp. 269-71; y 312; LUSTRO DE LA CORTE EN SEVILLA, primer ap., año 1718; Matute, ANALeS E. Y S . DE SEVILLA, t. I, p. 116.
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