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lNTROOlJCClÓN XXV Én el cielo debe considerarse la d Virgen como Pastora universal de las tres Igle– sias, triunfante, militante y purgante, postoreándolos en sus diversos rediles. Maria est sedes illa in qua residet majestas Deitatís, entendiéndose aquí por sede el · trono del Cordero. (Ríchar . a S L , l. 10, De Loud. B. V.) " Tiene en el redil de lo glorio, o su principal oveja, el Cordero Divino, o quien prestó las pieles; a los ángeles, porque con su mediación fué reparado lo ruína angé– lico. (Alb. M:, sup. Míssus est); o los bienaventurados, porque como Evo fué causo de su maldición, Moría lo es de su felicidad, Puerto del cielo: Nemo ílluc íntrodu– cítur nísi placuerít Vírgíní. (Nov, Umb V, n. 541). En el redil de la tierra posee, en primer lugar, el rebaño dé los fieles, justos y pecadores, o quienes apaciento con lo leche de sus pechos, su misericordia·. Duo ubera tua sícut duo hínnullí caprere gemeHí qui pascuntur (Cant, 4,. 5); a unos y otros guía y proteje con maternal cuidado y les ofrece el pasto divino de¡ Cuerpo de su 1:Jijo: «María es lo Postora bueno que apaciento d lo Iglesia con el fruto bendito de su vientre», dijo.son Antonino de Florencia (Summ., p. 4, c. 19). En segundo lugar, tiene com·o su Hijo otras ovejas que no son de ese aprisco: los cismáticos y herejes, los judíos y el púeblo gentil. Como deseo el Buen Postor redu– cirlas a su reboño, así Ello, íntimamente unido o Él,' se desvelo en el ejercicio de su intercesión para que se cumplan los anhelos de w Hijo. A este propósito y refirién– dose o los primeros, escribió Pío XI: «Invoquemos o esto benignísimo Madre, princi- , palmenta con este título (Regína pascuorum), para' que los disidentes vuelvan a los saludables pastos, donde Pedro, viviendo siempre en sus sucesores, Vicario de¡ Pastor eterno, apacienta y guía o todos los corderos y ovejas de lo grey cristicno». (Ene., Eccfr;síam Dei, 12, nov., 1923). , Tiene, por último, otro redil, el purgatorio. Todos los ánimas benditqs son ovejas suyas, y cuido Ella maternalmente de mitigar sus penas y acortar el tiempo de su expiación. Entre todas hay un grupo predilecto, el de las que fueron en vida sus fieles y amantes ovejas por las cuales se interesa con más eficacia y cariño. La Vir-. gen, según san Bernardino, tiene dominio sobr.e el purgatorio y libra de sus penos a . los almas purgantes, visitándolos; pero mucho más a las que fueron sus devotas (Serm. 3, de Nom. Maríre). Lo promesa y d0ctrina sobre el santo escapulario del Carmen puede aplicarse aquí en todo su amplio sentido. En estos sublimes y misteriosos conceptos se cimenta el místico postorodo de la Virgen: postorado de amplísimos horizontes, que va pidiendo, uno tras otra, todos los prerrogativas marianos y al que, sin violencia y con propiedad, puede aplicársele toda la mariología. Uno exposición de este género, profundamente teológica y con tendencia apolo– gética, se hace más ne'tesaria y urgente cada día para satisfacer la demanda de muchos devotos y como un postulado de la advocación. Mas no siendo este el objeto del libro que sale a luz, sino el examen histórico del culto de la Divina Pastora, débese poner 'punto al tema doctrinal: primero porque el espacio apremia, y segun– do, porque en el comentario hecho del pastorado de Cristo hay elementos suficien– tes para que, aplicados al de su Madre, se puedo comprender éste en todo su valor y grandeza, como también los motivos que hay para apellidar o la Virgen Divina Postora y ser objeto de nuestro amor y culto.. Intencionadamente se ha d_odo mayor extensión a aquel comentario, porque cuanto más se conozca el pastorado de Jesús, se conocerá mejor el pastorodo de María. Iconografía de la. Divina Pastora.-La doctrina•del postorodo de lo Virgen está contenida en el depósito de la revelación y fué siempre más o menos explícito•
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