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XXIV INTRODUCCIÓN y así el demonio, vencido, fuese atormentado por los dos sexos, de cuya ruina se alegró. Poco sería para su tormento que ambos se hubieran librado en nosotros, si por los dos conjuntamente no hubiésemos sido liberados. ¡De angore Chrístí, c. 22). De la amplitud e intensidad de este consorcio le viene a la Virgen el ser Corre– dentora, Madre espiritual de los hombres, tesorera y dispensadora de todas la gra– cias de la redención. Todo ello es obra místicamente pastoral y la "constituye Pas– tora de las almas. El seráfico doctor san Buenaventura lo explica magistralmente: Agnus ínnocens non debet habere Hxorem nísí símílem síbí, per omnía: ergo Agnínam et ínnocentem, et talís fHít Beata T!írgo.-Fuít Chrísto adjotorÍllm simíle sibi. (Serm. 1 de Asumpt., et 61. Si Adán, ayudado por Eva, trajo la ruina al mundo, en su reparación «el Inocente Cordero no podía tener otra compañera, sino semejante a Él en todo: luego ha de ser una Corderilla Inocente, y tal es la Bien– aventurada Virgen. -Ella fué para Cristo una ayuda, semejante a Él mismo». En la ayuda se basa la causa meritoria del pastorado de María; en la semejanza, el po– derla llamar propiamente Pastora Buena, porque su Hijo se llamó el Buen Pastor. La raíz del pastorado de la Virgen hay que buscarla no en el sentido ministerio! de los pastores secundarios, sino en su excelencia y en los propios méritos con que lo ganó. Cristo es fuente de todo pastorado; su Madre el cauce por donde discurre; Él, como cabeza, lo mereció de condigno, su Madre, de congrt10, a fuer de com– pañera inseparable. Esta es la razón suprema por qué el pastorado de María es singular y tan eminente, que no admite parangón con el de las demás puras criaturas. Ella dió al Verbo Divino las pieles de pastor, precio del rescate de la humani– dad, y apacentó materialmente con su néctar al Cordero Inmaculado; Ella fué aso– ciada por Dios a la obra redentora de su Hijo, para que, formalmente y con sus méritos, cooperase con Él desde la encarnación al sacrificio de la Cruz; Ella, mien– tras muere el Pastor cruentamente, sufre en su alma dolores de muerte, su compa– sión incruenta por los pecados del mundo; Ella conforta, guía y amaestra a la peque– ña grey, huérfana de su Pastor, siendo su Pastora visible hasta que sube gloriosa al cielo; Ella, sentada en la eterna Sión a la diestra del Cordero, es la inmediata y más poderosa medianera de las causas de los hombres ante su Hijo, su tesorera y la dis– pensadora universal de todas las gracias. De este modo, la Virgen fué Pastora de Dios, para serlo del género humano. Si la venida del Mesías, en sentir de muchos teólogos, tiene por único motivo la misión de buscar y redimir la oveja errante, sin lo cual no se hubiera verificado; igualmente, la Santísima Virgen no sólo debe la existencia a esa misma misión, sino también su eminente santidad y su excelencia de Madre de Dios, motivo sobrado para enternecer su corazón y excitarlo a cuidar amorosamente de toda su grey. Si se desea saber cuáles son las ovejas de María, pudiera responderse: como el reino de Jesús se identifica con su pastorado universal, así sucede con el de su Madre: Con amoroso cuidado la Reina del cielo y suelo al santo cetro del cielo ~uelve en el suelo cayado. ¡Oh, qué enigma tan sagrado en este cambio atesora, pues al ver cayado ahora el que fué cetro concluye: Pastora que Reina incluye, Reina que incluye Pastora! (P. Isidoro, La Mejor Pastora A., p. 406)

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