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XVIII INTRODUCCIÓN tores reunir sus rebaños en un solo aprisco, vallado y con una sola puerta, donde quedaba uno de custodia; de aquí el llamarse portero. Los demás se iban a su casa. 2. 0 A la mañana siguiente volvían al aprisco y entraban por su puerta, bastándole a cada uno dar un silbo para que sus propias ovejas le conocieran, siguiéndole por doquier con mansedumbre y querencia, como los cristianos deben hacer al oir la voz de Jesucristo. 3. 0 La parábola, en parte, se dirige a los escrib:is y fariseos allí presentes, falsos y mercenarios pastores, que estorbaban la evangelización de Cristo, persiguiéndole y molestando a sus seguidores, rero se aplicará a todos los seudome– sías, asaltadores del rebaño por la valla y no por la Puerta que es Cristo, único que da vida a la grey y autoridad a sus pastores. 4. 0 El verso: Como me conoce mi Padre y yo conozco a mí Padre..., explica la intimidad mutua de afecto y vínculos que hay entre Cristo y sus ovejas, cuyo dechado es la que Él tiene con su Padre; y el Doy mí vida por las ovejas declara la resolución heróica a que está dispuesto y debe ser la norma de todos sus representantes. 5. 0 La frase final, Tengo otras ove– jas que no son de este aprisco, se refiere a los gentiles y a los judíos refractarios a su evangelio, a los que quiere atraer para que se forme un solo redil bajo un solo Pastor, con unidad de doctrina y de cabeza. La misión de realizar este deseo del corazón divino está principalmente confiada a la Iglesia, pero también a cada uno de sus miembros. Con asombro de la muchedumbre Cristo se declaró abiertamente el Buen Pastor mesiánico en quien convergen todos los rasgos de las profecías, hasta el del sacrificio. Nunca pudieron los hombres sospechar, sin la revelación divina, que todo un Dios tomara en sus manos el báculo pastoril y se constituyera en Pastor suyo, por– que es la realización de una teocracia suprema en la que Dios, visiblemente, inme– diatamente, personalmente, asume el gobierno de su pueblo. Jesús instituye su rebaño, la Iglesia, uno y pt:rmanente en la tierra hasta la consumación de los siglos; mas con su muerte faltaríale la cabeza visible. Para llenar este gran vacío crea antes de su ascención a los cielos, en la tercera apari– ción a sus discípulos, el sumo pastorado de Pedro. Es entonces cuando le pregunla tres veces: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? A las respuestas afirmativas de Pedro, le manda que apaciente a sus corderos-los fieles , y a sus ovejas los prelados - . (J oann., 21, 15-17). Estas palabras corresponden a otras que anteriormente le había dicho: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mí I~lesía, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, y a tí daré las llaves del reíno de los cielos. (Math., 16, 18). Pedro queda así convertido en cabeza visible de la Iglesia, en el Pastor Supre– mo de la grey, en clavero o puerta del reino celestial, y su pastorac:lo, por institución divina, será incorruptible, enseñando la verdad y el bien; invencible, por más que lo ataquen los poderes del averno; indefectible, porque se perpetuará en la persona del Romano Pontífice para que el rebaño nunca esté acéfalo. Reviste particular interés en la escatología cristiana el uso del símbolo pastoril. En el día del juicio, cuando todos los hombres juntos han de rendir cuenta de sus actos, el Pastor Divino apartará a los justos de los pecadores, sicut pastor segre– gat oves ab haedis, poniendo las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. (Math., 25, 32 y s.). San Pedro, al trazar los deberes de los prelados, presenta a Jesucristo en forma de Pastor, dándoles la gloria. Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella... Y cuando apareciere el Prín– cipe de los pastores, recibiréis corona inmarcesible de gloria. (l., 5, 1-4). La apoteosis de Jesucristo, su exaltación al trono divino, sus excelencias, sus luchas y triunfos, sus desposorios eternos con las almas en la celestial Jerusalén los describe San Juan en el Apocalipsis, representándole bajo la forma del Cordero.
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