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EL V. P. BBNAOCAZ, CONFESOR DE FR. DIEGO 151 ocultarlos, ya con sollozos, ya con encendidas exclamaciones; reveladoras de los carismas celestiales con que fué enriquecido. - «Fray Antonino (decía a uno de sus compañeros) ya soy sacerdote; y aquí, elevando sus ójos al cielo, ¡qué dignidad! ¡qué dignidad!, repetía, todo transportado y bañado en lágrimas: efecto prodig'ioso del poder de la gTacia (1). Y en el viaje de retorno , como uno de sus condiscípu los le dijera:– Fray Diego, ¿con que ya somos sacerdotes?-; le contestó con esta sen– tencia, digna de un santo padre:-Pues si somos sacerdotes, obremos co– mo sacerdotes. - Dos años más pasó fray Diego junto al padre Benaocaz,, formándose en su escuela y en su apostolado de la Divina Pastora, al par que acrecía la fama de sús virtudes y de su predicación, prodigfosamente avasalladora y evangélica . Estas circunstancias movieron a los superiores, para el bien de la pro– vincia, a nombrarlo niaestro de estudiantes, que era también como abrirle las puertas, seg·ún era costumbre, para los cargos y prelacías. Esto, que para otro sería motivo de júbilo y esperanzas, causó en fray Diego tal consternación y melancolía, como si fuese el decreto de su condenación eterna y la anulación total del ministerio para que se sentía llamado. Deshecho en lágrimas se presentó al padre provincial, fray Casimiro Fernando de Sevilla, manifestándole su firmísimo propósito de renunciar la maestría y rogándole por amor de Dios que lo eximiera de tal responsabili– dad. Muy contrariado el superior por esta actitud, le hubo de decir:-Si no aceptas la maestría, irás a las misiones de Indias. - Opto por las misio– nes ,- contestó humildemente fray Diego. ALoir esto él padre provincial se indignó y lo arrojó de su presencia, retirándose fray Diego, llorando como un niño (2). Pasaba por el claustro en aquellos momentos el padre guardián de Ubrique y viéndolo así , le preguntó por la causa de su llanto. Le refirió fray Diego cuanto le sucedía , lamentando el disgusto dado al padre pro– vincial. -Tranqui lícese, le contestó el padre guardián. Yo he venido para pe– dir un nuevo padre, que hace falta en Ubrique, y voy a proponer que sea vuestra caridad-. Así lo hizo y se verificó, marchando fray Diego en sep– tiembre de 1768 a aquel humilde convenio, donde recibió la gracia de su vocación. Téngase en cuenta que todos estos episodios y su desenlace, que tan– to influyeron en los destinos evang·élicos del enviado de Dios para ser el apósto l de la Divina Pastora, se desarrollaban bajo la ég·ida directiva de su confesor, el padre Miguel de Benaocaz, «varón muy experimentado y virtuoso ; por manera de que nada hacía sin su dictamen y licencia » (3). l. Oración fúnebre que a la honrosa memoria del siervo de Dios .. , fray Diego José de Cádiz dijo el nuy reverendo padre fray Antonino de Ardales, p. 18. - 2. P. Ubrique, VmA DEL Brn. DrEGO, c. T, p. 85. - 3. PosrcroNES o artículos, que forman la prueba de las virtudes practicadas en grado heroico por el siervo de Dios el venerable padre fray Diego José de Cádiz... Málaga... 1864, p. 10.
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