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XVI INTRODUCCIÓN Dios: Abel obtulít de prímogenitis gregis sui . (Gen., 4, 4); que es un cordero el que Dios manda a Moisés inmolar cuando quiso liberar a su pueblo: Tollat unus– quisque agnum .. (Exod, 12, 3-4), y cuando ha resuelto establecer un sacrificio perpetuo, es también el cordero la víctima señalada en cada día, mañana y tarde, para la ofrenda del altar: Unum agnum mane et alierum vespere. (lb., 29, 38-39). He ahí tres figuras mesiánicas del sacrificio de la cruz. Representan a Jesucristo como víctima inocentísinia, Agnum sine macula, Cordero sacrifical, cuya figura entraña todos los méritos de la redención, y debe identificarse con la inmolación del Pastor Divino. El Mesías, que demandaba la humanidad caída, era también un Cordero, al que está prometido la dominación de la tierra: Em.itte Agnum, Domine, domi– natorem. terrae. (Isaí., 16, 1), rezaban los hebreos, soñando en la opulencia de un reino material. Corrompían el auténtico sentido del texto, porque dicha domina• ción no se alcanzaría por armas ni riquezas, sino por la misteriosa humillación de todo un Dios que, como cordero ante el esquilador que le corta su lana, resta silencioso. (lb., 53, 7), cuya resignada mansedumbre sólo tiene semejanza con la del cordero que se deja llevar para ser víctima, sin exhalar un lamento: Ego quasi agnus mansuetus, qui portatur ad victiman. (Jer., 11, 19). La metáfora en el Ni.levo Testamento.-De la· profecía a la parábola del Buen Pastor no hay más que un paso, con el intermedio de la sacra infancia y vida oculta de Jesucristo. Pero aún en ellas resplandece el signo de su pastorado. A medianoche nace en un establo, y son pastores los primeros llamados para adorarle. San Ambrosio lo explica: «Solícitos vigilaban los pastores, a quienes el Buen Pastor venía a consolar e instruir. La grey significa el pueblo, la noche el siglo, los pastores los sacerdotes,,, Bene pastores vigilant, quos Bonus Pastor informal. Grex igitur populus, nox saeculum, pastores sunt sacerdotes. (Exp. in Luc., 1, 2). Al comenzar Jesús su vida pública, es el Bautista quien le señala con el dedo: «He aquí el Cordero de Dios, que borra los pecados ». (J oan., 1, 29.) El fin inmediato de la .venida de Dios al mundo-la prometida visita del Pastor– fué la institución de la Iglesia, su reino de paz y de amor, al que da propia jerar– quía, dogmas, moral, un sacrificio, sacramentos que confieren una nueva vida, cuya plenitud será la gloria. Pero esa institución la forma bajo el símbolo del pastorado, quizás porque es el más comprensivo y el que hace más sensible la caridad del fundador. Espíguese el Evangelio y se tendrá de muchas y diversas maneras el reino de Dios alegorizado por Cristo en bellas figuras pastoriles. En una de las exhortaciones a sus discípulos, les decía: «El hij.o del hombre viene a salvar lo que estaba perdido. ¿Qué os parece? Si tuviera alguno cien ovejas y se le extraviase una, ¿no deja las noventa y nueve y va a buscar la que se perdió? Y si aconteciera el hallarla, dígoos en verdad que se gozará más con ella que con las noventa y nueve que no se extráviaron ». (Math., 18, 11-13). ¡Sublime alegoría de lo que hizo Dios, dejando las ovejas del cielo, para venir a salvar la perdida por el pecado! Elegidos sus apóstoles, los manda predicar el reino de los cielos, primeramente ad oves quae períerunt domus Israel, y los envía «como ovejcis en medio de los lobos,,, (Math., 10, 6 et 16). Así establece la autoridad jerárquica, haciendo pas– tores de almas a los que debían ejercerla. Toda su evangelización va dirigida a promulgar el credo de verdades eternas
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