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CA()JLLA DE LA v. o . i'. DE Los CAPUCHINOS DE SEVÍLLA 149 Pastora, en la forma descrita, cantando la corona franciscana hasta un pun– to fijado, donde predicaba al aire libre al público reunido, qu'e siempre era numeroso. Tal ministerio era muy duro y difícil y su ejercicio resultaba tan espinoso y arriesgado, que ya se insinúa en la Concordia, que el su– perior no podía oblig·ar a sus súbditos para tal oficio; pero el fervor y la fuerza del pacto hicieron que se cumpliese fielmente por aquellos años. Sin embargo, esa práctica de ser el misionero capuchino el portaestandaríe de la Divina Pastora, fué una de las notas que más hondamente hirieron su alma: enamorado de ella nunca la olvidará, llevándola en sus misiones y estableciendo tan santa costumbre en nuestras iglesias, como uno de los grandes ideales de su vida. He aquí el aroma singular pastoreño, que sobre las prácticas rigidísi– mas del noviciado , perfumó el alma de fray Diego, hasta el mismo día de la profesión religiosa, como señal de su predestinación para ser el apóstol y abanderado de la Divina Pastora. Ya profeso, marchó a Cabra, y poco después a Ecija, para continuar sus estudios. Fué aquí donde le sorpren– dió la noticia de un suceso referente a la devoción, que para su historia no carece de relativa importan'cia. Es el caso que los terciarios de nuestro convento en Sevilla, en el , 1725, inauguraron una capilla en el pórtico junto a nuestra iglesia, con el fin de que en ella recibiesen el hábito los postulantes.y la profesión los no– vicios, en vez de hacerlo, corno era costumbre, en la capilla de nuestro Padre, donde se veneraba el cuadro de Murillo, titulado el Abrazo de san Frandsco. En el 1733 concedía la comunidad terreno para ampliarla y ha– cerle un camarín a su titular la Virgen de los Angeles; y en 1755, anota el cronista, se continuaba con ardor la obra de la capilla de los terceros, y cuatro años después se acordó hacerle su retablo mayor, y añade: «En 18 de marzo de 1759 se juntó la venerable Orden tercera a determinar qué ima– g·en se había de colocar en el altar mayor de la nueva capilla, camarín y retablo; si a nuestra Señora de los Angeles, que era la antigua y primitiva o a nuestra Señora la Divina Pastora. Salió por votos nuestra Señora la Divina Pastora, con 61 votos, y la de los Angeles con 2Zí», quedando la primera elegida titular por una gTan mayoría (1). Al año siguiente, 1760, en el día 21 de junio bendijo la capilla el padre g·uardián fray Luis de Sestri, y por la tarde se celebró una solemne proce– sión con el Santísimo S 9 cramento, la Divina Pastora, nuestro padre san Francisco y san Fidel de Sig·maring·a , siguiéndole lueg·o fuegos artificial~s, luminaria y velada, obteniéndose licencia del asistente, niarqués de Monte Reul , pum que permuneciese ubiei'tu la Puerta de Córdoba con el fin de que el pueblo sevillano pudiera gozar de estas fiestas (2). Estos hechos no pudieron menos de tener su resonancia en nuestros conventos, porque son muy significativos e indican un gTan avance de la devoción . No consta que hubiese por entonces escultura de la Divina Pas– tora en nuestras ig·lesias, porque la de Granada que la tuvo, fué mandada retirar por causa de su Hermandad y se instaló en la de los padres tri nita– rios . Aunque la imagen de los terciarios prop.iame.nte no era nuestra, se y eneraría junto al templo de los capuchinos y podría ser objeto de sus cultos, como eil realidad sucedió . No menos importante es la nota de ha- 1. Fr. Angel, o. c., t. I, f. 31 . - 2. Ib. , f. 32.
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