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CONCOIWIA BNTirn LOS CAPUCHINOS Y LA IiERMANDAD DE LA PASTORA 145 as unto; pero, como nada perdía ésta de su autoridad abrazando la nueva concordia, se convino por todos los hermanos en dar plenos poderes, con amplias facultades, para pactar sobre los extremos a don Tomás Martínez, su mayordomo, y a don Manuel Angulo BenjUIJ1ea, que sin ser de la junta asistía a ella, como su angel tutelar. (1). Para representar a los ca– puchinos fué diputado el padre Miguel de Zalamea. La gestación de esta concordia originó muchos documentos interesantes, pero extensos; lo que obliga a citar sólo aquellos que por sí solos bastan para conocer suficiente– mente el caso. Sea el primero el que llaman concordato, y dice así: «Fray Miguel de Zalarnea , exdefinidor de esta provincia de capuchJ– nos y actual guardián del convento extramuros de esta ciudad de Sevilla y demás religiosos de la junta de antiguos conventuales en el que aquí fir– mamos, conviene a saber: yo el dicho guardián, con los reverendos padres fray José del Puerto, exlector de teología y exdefinidor; fray Antonio de Alcalá, excustodio y exdefinidor; fray Cristóbal de Sevifla, excustodio de Roma; y fray Francisco de Ardales, predicador, de la una parte; y de la otra, don Manuel de Angulo Benjumea, escribano de cámara y del acuerdo de la Real Audiencia de esta dicha ciudad, mayordomo que he sido de la Hermandad de nuestra Señora la Pastora , sita en la ig-Jesia parroquial de santa Marina de ella, y don Tomás Martínez de Valdepeñas, procurador del número de dicha Real Audiencia, particularmente diputac:los por dicha Her– mandad, de la que yo, el dicho don Tomás, soy actual mayordomo, en el acuerdo, que con el llamamiento expreso se celebró en el día nueve de este mes y año de la fecha, para el efecto, que en adelante irá declarado, de conformidad: «Decimos que siendo, como fué, la dicha Hermandad fundada por el muy reverendo venerable padre fray Isidoro de Sevilla, misionero apostólico y cronista de esta provincia, y habiendo fallecido su ve'nerable fundador en 7 de noviembre del año 1750, reconocida la dicha Hermandad a su verda– dera filiación, y queriendo continuar, bajo de igual reconocimiento , sujeta a la conducta de los reverendos padres capuchinos, en lo que corresponde al gobierno espiritual y predicación apostólica , tanto en las novenas anuales , cuanto en las estaciones que loablemente y con singular ejemplo ha acostumbrado hacer con el Rosario a diversos sitios, plazas y concur– sos públicos, según la oportunidad de los tiempos , las tardes de los do– mingos y días festivos del año, así como sucedía durante la vida de dicho reverendo venerable padre fray Isidoro: trató de nombrar, y con efecto so– lemnemente nombró, en acuerdo celebrado del propio intento, a mí el di– cho fray Miguel de Zalamea por su protector, explicando el permanente ánimo de querer perpetuamente vivir bajo de esta conducta en los referidos particulares, reservándose la libre facultad de poder nombrar otro en mi lugar, siempre que por cualquier contigencia sobreviniese vacante; y para mayor firmeza solicitó y consiguió la aprobación de este nombramiento, con todas sus cualidades, de los reverendos padres provincial y definido- l. L. de actas de la primitiva Hermandad, ff. 71 y s. 19

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