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XIV INTRODUCCIÓN Simbología del pastorado.-A pesar de lo dicho, el título de pastor no es por sí un dictado de dignidad y excelencia; pero usado en metáfora es el que más vivamente sensibiliza la autoridad de un buen gobierno. La humanidad, desde su origen, empezó a cambiar los nombres de las cosas por los de otras, que ·1as expre– san con más vigor en signos convencionales. Al hombre fiero llamó león, y al manso, oveja. Así se introdujo el lenguaje figurado, con el cual se atribuye a un ser las buenas o malas cualidades de otro. Los pueblos orientales, de ardiente fantasía, poseen la mejor aptitud para el lenguaje alegórico y legaron los más bellos ejemplos a la literatura universal. Una de sus metáforas, que sin envefecer se ha hecho milenaria, nació de la etología pastoril. Acostumbrados a ver en una sola persona la autoridad y el pastoreo y relacionando todas aquellas virtudes del pastor unidas al rendimiento de su grey, epilogaron todos los deberes del que manda en el vocablo pastor; las obligaciones de los súbditos, en el de oveja, y la economía del cuerpo político, en el de rebaño. No puede expresarse más con menos palabras, pues el símbolo contiene un mundo de ideas y es un código moral de jefes y subalternos, que pone al alcance del sabio y del ignorante toda cuestión entre la jerarquía y sus subordi– nados. Como .el girón de la bandera entraña toda la patria, así lá alegoría del pastorado, por su propiedad y belleza, claridacl y amplitud , corrió a través de los siglos como síntesis legal de las sociedades, domésticas, civiles y religiosas. La metáfora en el Viejo Testamento.-Nuestro Señor, acomodándose a la cond ición humana, recogió este sím'bolo como el más propio para hacerse cóno– cer de los hombres y manifestarles su amor y providencia, Jacob, mientras bendecía a los hijos ·de José, introduce a Dios ejerciendo el místico pastoreo, Deus, qui pascít me ab adolescentia m ea (Gén., 48, 15); el profeta rey es más expresivo en su salmo pastoril: «El Señor me pastorea, me apacienta, es mi Pastor, no desfa– lleceré, me ha situado en lugar de pasta les» (22); y el Eclesiastés asegura que todas las sublimes enseñanzas de los sabios fueron dadas por el Pastor único, que es Dios manifestado en su palabra (12, 11 ). El primer poema bucólico, anterior a los idilios de Teócrito y a las églogas del mantuano, es el Cantar de los Cantares, cuyo argumento, el reino de Dios y su desposorio místico con las almas, se desen– vuelve bajo la alegoría de un Pastor y de una Pastora. Cual designio eterno la metáfora se completa en los oráculos sobre el futuro Salvador. lsaías dice: «Como un Pastor apacentará su grey: con sus brazos recogerá los corderos, y abrigará a los lactantes en su regazo». (40, 11). Pero quien dibuja con más vivos perfiles pastoreños al Mesías y a su obra de redención es el profeta Ecequiel: Dios le revela sus misterios y le manda hablar. Hijo del hombre, profetiza d e los pastores de Israel: profetiza, y dí a los pastores: Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israe l, que s e apa– cientan a sí mismos!... (34, 1-10) . Dios, en esta primera parte de la profecía, traza un cuadro negro y terrorífico de los falsos pastores, lobos con piel de ovejas, desnudos de virtudes y cargados de abominaciones, que arruinan su grey, porque no buscan el bien de ella, sino su medro personal; los corrige y reprueba, les requiere su rebaño y, al fin, los despoja de la encomienda. en castigo de su infidelidad. (lb). Con efusiva antítesis Él mismo se presenta como Pastor solícito que viene a visitar y reunir su ganado disperso durante la borrasca, para conducirlo a fértiles pastos junto a las aguas cristalinas, curando la grey enferma, confortando la débil y robusteciendo la fuerte . ( Jb,, 11-16).
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