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118 LA DIVINA PASTORA y EL BTO. DIEGO J. DE c. En esta parte tratá el orador de la devoción del venerable a la Virgen, en general para todas sus advocaciones , pero especialísima para la de la Divina Pastora, historiando su origen, su desarrollo y florecimiento al im– pulso de su amor, de sus sacrificios y trabajos . Aquí reveló el padre Zala– mea uno de los heróicos rasg·os marianos del padre Isidoro, tan frecuen– tes en su vida y que nos da fundamento seguro para creer que fué regala– do con la conversación de la Santísima Virgen, como ya lo indicamos. «Tenía hecho-dijo-un pacto con la Divina Pastora , que me lo dijo a mí más de dos veces y era éste: Que la Divina Pastora le había de conce– der el tener la gloria de extender por el mundo su culto y devoción, y que él había de tolerar por la Pastora cuantos trabajos y persecuciones le vi– niesen por establecer su devoción y culto. Este fué el pacto, al que vieron que no faltó ni la Pastora ni nuestro venerable. No faltó la Pastora, porque la experiencia nos dice que ya en todo el mundo está por Pastora de las almas adorada y conocida. No faltó nuestro venerable, porque sabemos lo mucho que padeció en la extensión de este importantísimo obsequio a su Querida. Y por esta razón cuando se levantaba alguna tempestad de per– secución y contradicción , solía decir: Señora, acuérdate del pacto que he– mos hecho. Y como yo consiga el que tengas adoraciones, el que te amen y el que te quieran, vengan y lluevan sobre mítrabajos y más, que todo el infierno se conjure contra mí. Así fué, porque padeció tanto como dejamos dicho, y más que pudiera decir , y mucho más que decir no pue– do » (1). Dos horas duró el discurso y fué tan interesante y tan ciel agrado de todos que el gentío, que rebosaba las naves del espacioso templo, lo es– cuchaba sin cansancio ni pesadez, ávido de más y sintió que el orador pu– siera fin a su panegírico (2). Tanto el padre Zalamea como el padre Bilbao relataron varios prodigios , que se habían obrado mediantes las reliquias del venerable difunto. Y no se crea que estos honores se limitaron a Cádiz y Sevilla, porque fueron muchas las ciu'dades de Andalucía las que celebraron exequias so– lemnes en memoria del venerable padre Isidoro , mereciendo entre ellas es– pecial mención las que hizo la ciudad de Utrera, en su colegial de santa María de la Mesa, cuya descripción se omite para no repetirnos y gracias a la brevedad, Después de leído y meditado cuanto antecede, no creemos que nadie abrigue la menor duda sobre las heróicas virtudes y la santidad extraordi– naria de este portentoso varón de Dios, ejemplar capuchino y celosísimo misionero, llamado por antonomasia, el apóstol mariano. Vivió y murió en un ambiente saturado de santidad; santidad recono– cida generosamente por todos , llamándole siervo de Dios , venerable, es– clavo amantísimo de la Virgen María. Y esta fama de santidad no se eclipsó tras de s.u muerte, antes bien , comenzó a brillar con nuevos resplandores, confesada públicamente por el clero y el pueblo. ¿Qué significan, si no , esas honr<;1s, cuyas oraciones fúnebres son verdaderos panegíricos de un bienaventurado, la emulación de los fieles por poseer una de sus reliquias, el conceder Dios gracias por l. L. c., pp. 40 y s. - 2. Ib., y Villegas.

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