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1-' liNEllALEs EN EL CÓNVEN'ro DE CAP. be SEVILLA i>bn EL v. P. is1bono 115 tro de la iglesia. Predicó .la oración fúnebre el padre Nicolás de Bilbao, maestro de nuestro seminario de Sevilla y célebre orador. Puso por texto: ¿ Quis mihi del te fratrem meum sugentem. ubera Mafris meae? (Can t. , 8, 1). Al final del exordio exclama: «Témplense, pues, nuestros sentidos y sollozos, y llenos de júbilo y alegría manifestemos nuestros pechos, pues sábado, víspera del Patrocinio de María Santísima, a las dos de la •tarde , como el mismo venerable padre , dos días antes de su tránsito, lo había predicho a un su amigo caracterizado , acabó la carrera de su vida entre risueñas demostraciones: Et ridebit in die novissimo, para que el mundo entendiera que iba ya a g·ozar del dulce néctar de _los virginales pechos de su Divina Pastora: Fratrem meum sugentem ubera Matris meae» (1). El tema del discurso versó sobre la pobreza y humildad del venerable, y en esta segunda parte destacó su devoción a la Virg·en María y su pa – ciente heroicidad en sufrir los muchos y graves contratiempos, que le ator:.. mentaron en su ímproba empresa de dar a conocer la advoca_ción de la Di– vina Pastora. «Fué-dice-nuestro venerable padre el primero, que preconizó a María Santísima, Pastora en el mundo. ¡Rara fineza, sing·ular favor! Pero sus virtudes y especialmente su paciencia, que en esta ocasión la necesitó má– xima, le hicieron acreedor a tan celestial beneficio. Grande fué su pacien– cia, por que fueron grandes las oposiciones y contradicciones , que en esta obra padeció. Y como sabía que era voluntad del Altísimo se perfeccionase la comenzada obra, nunca le faltó la paciencia tan necesaria para conse– guir empresa tanta » (2). Es dig·no de notarse que tanto los oradores de las oraciones fúnebres del venerable, como los escritores , que, con alguna detención, trataron de sus virtudes, todos convienen en el punto de que padeció muchas pe, se– cuciones y calumnias, y se extienden sobre este particular , presentándolo como el distintivo, que caracterizó su vida, paralelo y sincrónico al amor que profesaba a la Divina Pastora. El orador llega hasta comparar al pa– dre Isidoro con el mismo san Pablo, el apóstol de las persecuciones , y le aplica el Quanta oporteat eum pro nomine meopafi, en relación con el nom– bre de la Santísima Pastora (3). Uniendo, después, el cúmulo de sus virtu– des con los prodigios que estaban obrando sus reliquias , declara que se puede creer que su alma estará ya gozando en los apriscos celestiales , y termina con este tierno apóstrofe al venerable difunto: «Así, piadosamente, creemos, anmntísimo padre mío: pues supiste, como pastor o mayoral de las místicas ovejas de tu Madre y nuestrn, la Divina Pastora, y como hijo verdadero del seráfico patriarca, observar tan puntualmente la pobreza y humildad, que son los dos polos sobre que es– triba la celestial esfera. Recibe estas solemnes honras y sufragios , que tus hermanos afectuosamente te consagran en este día. Y vive, y reina, y triun– fa en premio de tus heróicas virtudes y celo singularísimo, que tuviste en la extensión de los cultos de la Pastora María: Que la piedad crisliana ya discurre, seg·ún los efectos de tu muerte, que estarás g·ozando de los purí– simos pechos de tal Madre: Fratrem meum sugentem ubera Matris meae. l . L. c., p. 8. - 2. lb., p. 42. - 3. Ib., pp. 44 y s.
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