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ÚLTIMO SERMÓN DBL V. P. ISIDORO que esta torpe conducta, en cuanto mía, no ha_sabido elogiar tus excelencias, y que otra lengua , en todo menos fría, hubiera dado a Dios más complacencias. Mas tú sabes, Señora, mis intentos y que este fué el caudal de mis talentos. Yo no he podido más , como habéis vis to, aunque os amo y quie1;0 muy de veras, en el íntimo amor deJesucristo , porque todos seguimos sus banderas: y pues a confesar no me resisto mis tibiezas, culpables y groseras , vuestra piedad perdone lo que advierte, y pídale al Señor mi buena muerte. Esto dijo, y volviéndose apacible al nevado viril del Sacramento, comenzó un fervoroso e indecible acto de contrición , con gran aliento , y como si ya viera aquel temible , último de la vida, fiel momento, lo pintó, como hacía de ordinario , haciendo estremecer el santuario . Y en fin, al remedar las boqueadas, con sensible eficacia meritoria, invocaba con ansias elevadas a la imperial Princesa de la gloria, diciendo con dulzuras extremadas, cuando de lance tal hizo memoria: Madre mía, mi rudo raciocinio, allí , allí, solicita el Patrocinio. 105 Esta última frase - afirma el autor del Poema - era frecuentísima en los labios del venerable y la interpreta como un presagio profétioo de que conoció el día de su muerte. Pero no sólo de palabra, sino en sus es– critos se halla este presentimiento diseminado con señales inequívocas de vaticinio, como puede deducirse del último párrafo de la dedicatoria de su libro, Olitos del cielo, donde pidiéndole a la Divina Pastora su protección «para conseguir la felicidad de la gracia», añade: «Así lo confío de tu pie– dad, y así de ese corazón dulcísimo lo aguardo. Queda este vilísimo es– clavo tuyo, postrado a tus sacrosantos venerables pies y puesto a la som– bra de tu eficaz Patrocinio» (1). En la novena del siguiente año ya no pudo predicar, pues a sus mu- ' chas quebrantos sobrevino un ataque de hemiplejía, que le iniposibilitaba andar y hasta ponerse en pie. Pero no sentía él las molestias de la enfer– medad, sino el verse privado de visitar y contemplar a su Pastora, que le atraía como fuerte imán , y era su vida y consuelo. Lloraba como un niño y 1. O. c., preliminares. 14

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