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\_ 1Ó2 LA DiVINA. PAS i'ORA y EL BTO . Dit:G O j , DE c. su vida , y asi y todo no se tendría una idea cabal de su g·ig·ante figun1 ma– riana , todo, después de Dios para María, su Madre Santísima, convertido en un volcán de amores que a su paso incendiaba a los individuos, a las familias y a las müchedu111bres. No podía contenerse , ni en público ni en privado, sin abrir la válvula de su corazón, dando riendas sueltas a los más tiernos afectos y alabanzas a su Reina y Pastora. Vida de mi alma y alma de mi vida ( 1) , solía decir llorando; ¡oh María , oh Reina, oh Madre , oh Pastora, oh dulce atractivo de los . corazones, oh imán poderoso aun de los pechos más duros, oh hechizo - perdóname Reina - oh hechizo de todo .el mundo (2); oh querida prenda de mi cora– zón , dulce vida de mi alma , alma que da aliento a mi alma; luz amable de mis ojos, único centro de mi esperanza , universal abogada de los hom– bres , blanco de los cariños de Dios (3); Madre del Redentor, Corredento– ra del mundo , Virgen y Madre reparadora de las ruinas del cielo (4); om– nipotente por omnipotencia participada (5); querida de mi alma, amada de mi corazón, dulce bien de n1i vida, embeleso de los ángeles , gloria de ·todo un Dios ... (6) Mas ¿a qué seguir, si el recuento de sus alabanzas a la Vir– gen sería un rosai'io interminab le, y no preci samos de más para sentirnos caldeados con el fuego de su palabra , que al través de los siglos nos exci– ta a amar y bendecir a la Madre de Dios, Pastora amantísima de nuestra s almas? Pero en la vida del Padre Isidoro hay un rasgo tan sublime, que no puede omitirse, porque su preterición nos sería imperdonable, y aunque la palabra no puede expresarlo , lo llamaremos acto heróico de renunciamien– to de todo lo suyo y de lo que, por un imposible , pudiera haber, para dár– selo a la Virgen María; acto tan extraordinario y singular, que él solo pue– de darnos la medida para conocer las altas tensiones a que estaba sometida su alma por servir y amar a la Mejor de las pastoras. Contemplaba un día , dice el padre Miguel de Zalamea , la inmensa gfo– ria que recibió la Virgen en su Asunción gloriosa a los cielos y saliéndole el gozo por los oj Ó's, de júbilo y contento , comenzó a escribir y después le leyó, como una profesión de fe , aquel escrito, acta sublime de renuricia de la gloria, que trasciende a sacrificio y al mayor de los heroismos. «Yo quisiera ,. Señora ,- .dijo-rendir a tus venerables sacrosantos pies toda mi alma, todos mis afectos , todos mis sentidos , todas mis potencias y todo lo que hay en mí. Y quisiera darte la gloria, la honra y la alabanza que te han dado todos los santos y toda la que te dan los ángeles todos. Y no sólo esto, sinÓ que también con todá verdad aseguro, que, si la glo– ria que tienes fuera mía y como mía yo la gozara , desde luego me despo– seyera de toda ella y toda te la diera a tí, para que tú la gozaras; porque tú :sola la merece:, por :ser la má:s pura , la má:s santa, la más excelente, la más digna y más buena criatura , que después de la Sacrosanta Humani– dad de tu Hijo ha creado todo el poder de Dios » (7). «Yo me alegro de tu gloria , yo me regocijo, yo me lleno de júbilo , de gozo y de alegría , al conocer tu gloria , y te aseguro con todas veras, Ma- L Villegas, y en LA MEJORPASTORA AsuNTA y LAPASTORA CoRONADA, 2." parte, passlm. - 2. LA MsJOR PASTORA ·AsuNTA, p. 499. - 3. Ib., p. 329. - 4. Ib., p. 288. - 5. LA PASTORA CORONADA, 2." pare., p. 398. - 6. LA MEJOR PASTORA AsuNTA, p. 329. - 7. Ib., preliminares.

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