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92 LA biviNA PASÍ'Ol~A Y tiL BTO . DiEGO J. DE C. das al auxilio, material o espiritual , de una persona, sin más trascendencia; mientras que la del venerable iba destinada al orden público , para bien de todos los hombres y para su establecimiento en el culto de la Iglesia. 4. 0 La mayor dificultad para admitir la visión estriba en las palabras del padre Miguel de Zalamea, que son las sig·uientes: «Aunque algunos han. querido decir que se le apareció (al padre Isidoro) María Santísima en traje de Pastora, mandándole que la hiciese pintar en el traje mismo en que se le ~pareció, no puedo yo aprobar estas voces, lo que hubo aqu í, según le oí a nuestro .. , (venerable) no fué más que una piadosa ocurrenc ia; si bie_n es verdad que me aseg·uró que la había tenido por inspiración di– vina» (1)'.. Estas palabras del padre Zalar:nea no tienen más valor que las que di– jo el venerable en público, de quien proceden , ni éste tenía por qué descu– brirle, aunque fuese su dirig·ido, el secreto que se propuso guardar hásta la muerte. La Virgen no reveló a su esposo, el misterio de la Encarnación, aunque las circunstancias eran más perentorias. En cuanto a las frases del padre Isidoro, que ya conocemos por demás, no cierran las puertas para que puida .admitirse que, además de la inspiración divina, hubo alg.una visión , intelectual, imaginativa, OC\Jlar o en sueños. El patriarca . san José tuvo, en estos, sus grandes revelaciones. Basamos nuestro aserto en dos razones. Primera: que el venerable no tenía obligación de revelar la gracia recibida, sin un mandato del cielo, que no consta, y se limitó a decir parte de la verdad, el principio discursivo, silenciando lo que después sucedió: . tal vez, porque lo estimase así más digno y congruente, ya que, de lo contrai'io , su gran humildad y prudencia se hubiesen visto constantemente molestadas con preguntas que le harían sus devotos con la mejor intención, y sus émulos, con la de chancearse de un religioso que afirma tener revelaciones. Seg·unda: que el favor celestial, la visión, de la categoría específica que fuera , pudo verificarse creyendo el venerable, influenciado por su humildad, que se trataba de una mera y sen– cilla ocurrencia de su espíritu-o de su imaginación, aunque con la ilumina– ción del cielo, de aquí el que añadiese y quÍso DÍos, y que fué por ÍnspÍra– cÍón divÍna. Los santos , muchas veces fueron agTaciados con avisos y re– velaciones, a los que no dieron más importancia que a una ocurrencia sobrenatural. Por nuestra parte nos inclinamos a la primera hipótesis, dada la tena– cidad y heroísmo con que el venerable defendió su ideal, y de cuanto hizo para realizar su ímproba empresa. Por falta de testimonios es imposible hoy e.specificar, si la aparición fué en un rapto intelectual o imaginativo, en visión ocular o en sueño, y habremos de contentarnos con admitir sola– mente el hecho genérico . Con e:ste preómbulo, exigido por la crítica hi:,tórica, tenemo:s la vía expedita para dividir en dos grupos a los que han escrito sobre la cuestión, sustenta.ndo cada cual el punto de vista que creyó más probable y acertado. Capitanea al primer grupo, por lo que ya sabemos, el padre Mig·uel de Zalamea , afirmando que el orig·en de la devoción de la Divina Pastora lo recibió el padre Isidoro por inspiración divina , y le siguió el beato Dieg·o l. Oración {únebre del V. P. Isidoro de Sevill a, p. 43.

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