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78 LA DÍVINA PASl'OÍ?A )' EL BTO. DIEGO J. bi: c. do genio no tenga cosa que pueda inquietar su deseo . Y como se compone de tanta variedad, no puede dejar de ser del gusto de todos , pues en él ha– llarán los escolásticos agudos argumentos; los escriturarios , textos con novedad entendidos; los históricos , dilatadas noticias; los políticos, dis– creciones y máximas; los ingeniosos, agudas sentencias; los retóricos , su– bidas frases; los oradores , elocuentes elevados tropos; los poetas, concer– tados versos ; los piadosos, documentos evangélicos ... «Creo tiene este libro la propiedad de aquel que vió san Juan en su Apocalipsis , que dijo era su lección dulce como la miel ... Y si a alguno le pareciese es ponderación, abra sus ojos , lea sus planas y experimentará esra verdad ... Verá, también, es una miel que no empalaga , y por esto a nadie los sermones del autor enfadan. En tantos años há que está cursan– do la predicación , no sólo en esta gran metrópoli de Sevilla , sino en casi todas las ciudades de nuestra Andalucía, donde, incansable operario, ha exparcido su doctrina, cada vez lo solicitan todos con más ansia y desean con ambición discreta oirla ... No debiéndose omitir que componiéndose los concursos, que le siguen , no sólo de la gente vulgar, sino mucho más de los primeros sujetos, a todos los deja tan extáticos y suspensos , por lo admirados, que, siendo estatuas del silencio, pasan después a ser panegi– ristas de sus agudos conceptos y nativa erudición ... Pero ¿qué mucho que así sea, si la claridad dél estilo con que enseña es acomodada al lenguaje e idioma de todos , como del suyo aseguraba el Crisóstomo?... Esto mis– mo es tan nativo en el padre maestro, que, cuando predica y escribe, .es con un estilo tan claro , que no sólo lo entiende el docto y erudito, sino también la más pobre vieja » (1) . Con estos y otros detirambos loa el padre Narváez la popular elocuen – cia y las dotes oratorias del padre Isidoro , aunque le cueste bochorno a su modestia, para terminar diciéndole con Virgilio: O nunquam laudande satis, fice! omnia laudes-ora tuas resanen!. Recordemos también lo que anteriormente se dijo: que predicaba con tanta gracia, que de sus labios se derramaba la sal; que tenía como apri – sionados a sus oyentes , trocados después en sus más entusiastas devotos . y que los confesores no daban abasto a oir las confesiones de los penitentes después de sus sermones. Si tantas y tan buenas son las calidades de su predicación , no resulta menos importante y admirable la cantidad y número de sus sermones. Ara– na de Varflora en su libro , Hijos de Sevilla, ilustres en santidad, letras , armas, a1tes o dignidad, exalta entre ellos al venerable y referente a nues– tro asunto , dice: «Apenas concluyó sus estudios , cuando se entregó al apostólico ejel'– cicio de las misiones en que empleó casi sesenta años. Para hacerlo ·dig– namente se dedicó al cultivo de las virtudes todas .. . Celoso de la honra y g-loria de Dios , se expuso a grandes riesgos por evitar ·las ofensas de su adorable Majestad. Devoto de la Madre de Dios , nada omitió que juzgase de su obsequio a esta Señora (y) procuraba atraer los fieles a tan loable devoción . Predicó en honor de esta gloriosa Reina muchos millares de ser– mones en el dilatado tiempo de sus tareas apostólicas, pues además de 1. LA MEJOR P,:.sTORA AsuNTA, pre li mina res.

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