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VIJI PRÓLOGO 3.ª «Herederos de fray Diego•: los apóstoles que, desde la santa muerte del taumaturgo, en más o menos escala, siguieron sus huellas y las del padre .lsídoro. En todo el discurso de la obra cuidaré reflejar la verdad histórica, prós– pera o adversa, cimentándola en testimonios auténticos o tomándolos de publicaciones autorizadas, que cito la mayoría de las veces. Recojo muchas tradiciones orales, porque son ornato de la devoción y conviene conser– varlas. Al través del largo camino de sus páginas aparece siempre la figura de la Divina Pastora como el blanco principal del libro. Se verá cómo quiere Ella ser conocida y amada de todos los hombres, 1J cómo sus ovejas, en santa porfía, le rinden el tributo de filial vasallaje, y que hasta Dios mismo, que se dignó titularse Pastor de las almas, se complació en que su Madre Santísima fuese venerada con tan dulce advocación, obrando para ello multitud de prodig_íos . El recorrido, que ha de andarse, es tan co1nplejo como accidentado y abarca dos centurias largas, desde el orto de la devoción hasta nuestros días. Pero siempre ofrecerá el aliciente confortador de acompañar a lá Divina Pastora en su triunfal carrera por todas las partes del mundo. A su paso se alzará una legión de héroes, de todas las clases y condi– ciones, empeñados en dura pelea por conquistar un palmo de tierra para su Señora. La literatura 1J la poesía, la oratoria y la música le pedirán inspira– ción y la cantarán en sacras bucólicas endechas; la gubia, los pinceles, el buril y el tórculo multiplicarán por doquier sus imágenes; la arquitectura le erigirá santuarios, monumentos y attares; las milicias·de mar y tierra pon– drán las armas bajo su poderoso báculo, proclamándola su celestial Patro– na; la monarquía y la nobleza, las corporaciones civiles, los prelados y las Órdenes religiosas, los Romanos Pontífices y los pueblos, en fín, unos tras otros doblarán sus rodillas para venerarla, bendecirla e implorar el auxilio de su pastorado. Para tan sublime empresa Dios se valía de un sencillo instrumento, el estandarte de la Divina Pastora, enhiesto en las manos de un humilde capuchino. Ciertos pormenores no serán del agrado de todo el públíco, pero quizás sean los que más interesen a quienes, por profesión o afinidad etnográfica, estén lígados con la cuestión debatida. Por no existir una obra de conjunto, como la presente, creí oportuno sacrificar la verdad en aras de la advocación y de sus apóstoles. He recogido muchas prácticas devocionales, algunas piezas o párrafos de la oratoria y literatura, y una parte de la copiosísima antología popular, pues, como embalsamaron las costumbres de antaño, exhalari aún fragan– cia, que puede purificar las de nuestros días. Actuando en la cruzada de la devoción presento a sus apóstoles y doy a cada bosquejo biográfico más o menos extensión según la categoría de su apostolado o la exigencia de alguna razón histórica. Pero cada uno, a su manera, nos enseñará a servir y alabar a la Madre de Dios. Aunque el título de la obra debiera ser «Orígenes y desarrollo de la devo– ción a la Divina Pastora», creí conveniente conservarle el que ostenta, porque
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