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Escribiendo después al P. Fiorenzo, Mons. Cirilo añadió una postdata: «Diga a Fray Bernardino, que las sandalias me calzan bien y que las llevaré también al paraíso». En el silencio y la oración del convento capuchino, quebrado por la fatiga ycon los pies rotos por las caminatas musulmanas, el P. Cirilo buscaba comunicar a los jóvenes el incendio de amor apostólico que le ardía dentro. Este puede ser su «manifiesto»: «las batallas conti– mían y el amor y el sacrificio no son cosas que se aprendan en los libros o en el pizarrón; sino que se comunican. Es un fuego que se comunica por contagio». 58
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