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«Yen manga ele camisa, con pies descalzos. una cuerda en el cuello, me trasladaron por las principales ciudades ele mi diócesis antes de conducirme a la prisión. Una multitud pagada me seguía con gritos de insulto y desaforados». Los compañeros del ejército rojo, tomaron al obispo ele su pueblo, lo procesaron (el común «tribunal del pueblo») y lo condenaron al exilio perpetuo como culpable de traición a la patria y amigo del Papa (cabeza del Imperialismo). Amenazas, torturas, y exilios no lograron nunca volver atrás a este intrépito obispo Zohrahián. En otra ocasión, después ele las represalias de la soldadezca musulmana, escribió la carta pastoral «Cristo y la libertad» y proclamó decididamente desde el púlpito de la catedral: «ustedes pueden matarme cuando quieran, pueden alejarme ele mi tierra, pero hasta que tenga vida los resisteré frente a frente y mi destino y mi exilio serán una protesta en defensa de mi pueblo oprimido». El obispo Cirilo era fiel a su premisa pastoral hasta las últimas consecuencias: «si quieren víctimas, para saciar su sed de sangre cristiana mátenme, tómenme pero dejen a mis •hijos». El buen pastor estaba vivo imís que nunca perdido en las estepas de Siria y tenía levantada la llama del Evangelio. 49
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