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ARARADIÁN VARGIARÁN as condiciones de los prófugos armenios en tierra griega era parecida a la de los hebreos en la tierra de Babilonia. A cada momento era fácil evidenciar en los rostros de los armenios la tristeza y la nostalgia propia del salmista exiliado: <\junto a los ríos de Babilonia, nos se!1famos llorando mientras nos acordcíbamos de ti, Seíior». El P. Cirilo, auténtico fraile del pueblo, según la más genuina tradición de la Orden ele los Frailes Capuchinos. puso las energías ele su corazón en aliviar la nostalgia de sus connacionales principalmente celebrando los Sagrados Misterios en el rito armenio para rendir más gozoso el diálogo con Dios. Cuando en efecto, se celebró por primera vez el rito armenio en la Iglesia de la «Anunciación» de Corfú y los cantores entonaron el himno tradicional armenio «Horhurt Horin», la emoción invadió la asamblea y hasta Mons. Brindisi, que quería parar esa conmoción, se dejó llevar y lloró ele alegría. De todos modos el P. Ciri lo entendió que el proble– ma principal era poner una escuela para los armenios antes todavía que el pan y los ritos. El capuchino de Erzerum había anticipado lo que es el slogan actual de los pueblos del Tercer Mundo: «Al fabe– tinición es Revolución». pacífica se entiende. 38
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