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vez su propia vicia, quedó indignado al ver el desintéres del funcionario griego. De todos modos el capuchino no aflojó y dijo al Obispo que lo acompañaba al Ministerio: «con la ayuda de la Virgen Santísima superaré todas las dificultades que me ponen los demonios y los hombres y no dejaré Atenas sin antes haber obtenido lo que deseo para los prófugos grie– gos.» Con esta fe, el P. Cirilo se enfrentó y convenció al Ministro de Relaciones Exteriores Alexandris, el cual, ordenó y dispuso que las naves de Grecia zarparan ensegui– da hacia el Mar Negro, en ayuda ele las poblaciones griegas y las tntjeran a la patria. Fue entonces que el fraile de Erzerum llegó a ser muy popular en Atenas.La noticia de su partida por Corfú suscitó consternación entre los prófugos griegos que lo acompañaron al puerto y lloraron como niños al ,;eparnrse de él. En Corfú le e,peraba al P. Cirilo un trabajo heroico entre l(is prófugos armenios, sus connacionales. 37
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