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E L C R I S T O D E L M O N T E A L V E R N I A 47 6. _.;. El Salvado1· se le apareció en fotma de serafín crncificado, dirigiéndole las saetas de s.us rayos de amor, y dejándole visiblemente herido en las manos, pies y costado. Los clavos de las manos y de los pies eran de carne, y de las llagas manaba sangr,e copiosa, porque eran verdaderas aberturas de amot como las del Divino Maestto, cuya representación llevaba San Francisco en la historia. Ftay León que le asistía en aquella hora, pudo can– tal' el hecho maravilloso, y muchas veces él mismo enjugaba delicadamente la sangre que fluía de la lla– ga del costado. 7. - La Iglesia ha de– fendido constantemente la autenticidad de aquel mi– lagro; pues muchos pudie– ron tener experiencia direc– ta por habérselas visto, co– mo lo atestigua el mismo Afojandro IV, quien da testimonio solemne del he- cho en cuatro documentos Los Estigmas apostólicos (1). 8. - Llagado y enfermo, todavía el Santo quería se– guir predicando. Pero ya no podía andar; iba en un ju– mentillo de pueblo en pueblo. La flaqueza del cuerpo y la abundancia de lágrimas y penitencias le hicieron perder (1) Cfr. Bullar. Franc, II.
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