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PRIMEROS AÑOS 23 armarse sí, contra su amor propio y emplear en eso todas sus fuerzas. El amor propio y la ambición fueron los ver– daderos enemigos que hubo de v,encer (1). 11. - En los campos de Gubia le sorprendieron cier– tos salteadores mientras iba alabando a Dios. ¿Qttién eres tií? fo dijeron; y contestó el nuevo caballero de la Cruz: 11 Yo soy el Heraldo del Gran Rey". Toda la vida sería ese su lema, y toda su vida la · pasaría buscando la realeza de Cristo para colocarla en el corazón del mundo. Bajó vestido de ermita– ño a San Damián, y allí escuchó la voz de Cristo: 11 Francisco, ve y repara mi Iglesia". Primeramente pensó que se trataba del templo mate– rial, y sin pérdida de tiempo se dedicó a reconstruii· igle– sitas casi derruídas; mas lue– go llegó a entender que s,e tt·ataba simbólicamente del templo espiritual de las al- mas. "Padre nuestro que estás en los Cielos!" 12. - La condición de{ mundo era harto delicada. En el clero dominaba la ignorancia y la cortesanía a causa de los derechos feudales de los Obispos. Los sacerdotes no eran siempre efogidos y llamados por Dios 11 tamq11am Aaron". El sacerdocio no parecía como en la primitiva Iglesia, un ministerio sagrado, sino que muchas veces era un benefi- (1) Gemclli, o. c. pág. 9.
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