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200 LA ORDEN CAPUCHINA años ingresó en nuestra Orden. Hecha la prof.esión religio– sa, ejerció por veinte años los humildes oficios del con– vento. La obediencia lo destinó luego al oficio de limos– nero, el que desempeñó por espacio de cuarenta años; has– ta su muerte. Ilustró con sus virtudes y prodigios las ciuda– des y aldeas de la isla de Cerdeña, su patria. Todos le vie– ron con su porte humilde y raído sayal recorrer calles y caminos tanto en verano como en la rígida estación, des– calzo, descubierta la cabeza y baja la mirada, mendigan– do el pan de la caridad y al mismo tiempo exhortando y consolando a los miserables que acudían a él como a un padre. Infatigable en el trabajo, generoso para con los demás, austero y rígido para consigo mismo, pasó como el Divino Maestro "haciendo el bien" y derramando gracias y favores aún en vida. ·A su muerte se vió cuan sincero y profundo era el afecto que los sardos le profesaban; au– toridades y pueblo participaron en los funerales que, ha– biéndose celebrado en la catedral de Cágliari, resultaron solemnísimos. Pio XII lo elevó al honor de los altares el 16 de Julio de 1941. BEATA MARIA MAGDALENA MARTINENGO. (Clarisa Capuchina). (1678-1737). De noble familia en el siglo, no fué menos generosa en seguir su ascención hacia la unión total con el Esposo de su alma, mediante una vida estrictamente observante acompañada de penitencias inauditas. Heredó del espíritu franciscano un ardiente amor al Dios de la Eucaristía y a los Dolores de la Pasión, cuyos

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