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Hospital de santa Ana erigido por santa Isabel en 1226. más graves, escuchaba maternalmente las confidencias y luego como uno de tantos empleados del hospital iniciaba su trabajo reservándose los servicios humanamente más repugnantes que realizaba con deli– cadeza enternecedora. Con sus propias manos daba alimento a los enfermos en estado más avanzado de putrefacción, les hacía las camas, cogía en brazos, lavaba y vestía luego de ropa limpia. A veces sus doncellas, no podían soportar el mal olor de algunos cuerpos cubiertos de pústulas; la santa les daba ánimo con estas o parecidas palabras: «¡Vamos chicas, sed valientes!. No quiero que cuando el Señor me llame a juicio y me pregunte si 88

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